Hace un rato he dado una conferencia a alumnos de la Universidad de los Hemisferios, en Quito, sobre «¿Por qué han de ser éticas las empresas?». Me repito mucho, claro, pero los públicos son distintos.
Una conclusión que saco de lo que les he dicho es que no hay una manera única de ser ético en la empresa, porque cada uno, cada directivo, ve los problemas de manera distinta, tiene información también distinta, ha aprendido cosas distintas, las valora de manera distinta… Por tanto, cuando se juzgan desde fuera (e incluso desde dentro) las actuaciones de una empresa, hay que tener esto en cuenta. Lo que puede ser una decisión ética para un directivo que a duras penas está empezando a tratar de comportarse bien, puede ser una actuación defectuosa en otro que lleva ya tiempo actuando bien. Y esto no es relativismo ético, sino, simplemente, el reconocimiento de que las actuaciones dependen del entorno, de la historia y de las circunstancias.