Este es el título de una conferencia que di el pasado 17 de octubre en Guayaquil, acompañado por mi colega de IDE Business School, Wilson Jacome, e invitado por Acorvol, una asociación de instituciones dedicadas al voluntariado, muy activa y energética. La sesión, presidida por Rina de Garcés, fue muy útil (me parece). Hablé, entre otras muchas cosas, de los principios que deben presidir la actuación de las empresas en relación con las comunidades locales y la sociedad en general:
- Prioridad a las personas sobre los resultados: el hambriento antes que el hambre.
- No hacer daño y, si se ha hecho, compensar por él. Antes que repartir dinero, compensar a los que hemos perjudicado.
- Solidaridad: promover el bien de los otros
- Racionalidad: no dejarse llevar por el sentimiento, sino actuar siempre con inteligencia y sentido común.
- Imparcialidad: las necesidades de los demás no son menos importantes que las mías.
- Eficiencia en la actuación social.
- Legalidad: cumplir la ley siempre (si la ley es justa).
- Ayudar a mejorar el marco legal e institucional, o sea, dar continuidad y solidez a las acciones emprendidas, empezando por la ley y las regulaciones y las instituciones sociales. Perdiendo protagonismo uno mismo, claro.
- No ser paternalista.
- Comprometerse. Bien está dar dinero de vez en cuando, pero mejor es comprometerse a darlo para el futuro (si es posible, claro).
- Desarrollar alianzas. El que actúa solo se lleva todas las medallas, pero su eficiencia se reduce también.
- Magnanimidad.
Hay más principios, claro, pero con estos ya pueden empezar a pensar las empresas responsables.