Leo una breve entrada de Amitai Etzioni, el gurú del comunitarismo, en que cuenta un intercambio de ideas con otros expertos sociales en una reunión del Council of Foreign Relations norteamericano. Etzioni proponía a los autores de un documento un anexo sobre el punto de vista del liberalismo sobre la religión. «Me sorprendió oír a Dan [uno de los coautores del documento] responder que la religión se basaba en pasiones acaloradas, mientras que un mundo democrático se fundamenta en intereses fríos. Tal como lo veo yo, sigue diciendo Etzioni, la fe incluye la pasión, pero también la creencia, y no todas las pasiones causan problemas. Y aunque debemos encontrar medios más seguros de expresar la religión políticamente, declararla ilegítima no es correcto ni práctico. Y un mundo basado en el interés es muy frío».
Etzioni, que es judío, tiene razón. Y me preocupa que nuestras sociedades avanzadas hayan desarrollado una idea tan errónea de la religión. Supongo que será consecuencia del fundamentalismo, pero en los científicos sociales sería de desear algo más de objetividad, al analizar un hecho que lleva ya siglos de existencia, en entornos muy distintos y con manifestaciones muy distintas.
Sospecho que puede haber otras interpretaciones a la reacción del mencionado Dan. Una es que la religión –algunas religiones, al menos– viene a poner en tela de juicio ciertas afirmaciones de nuestras ciencias sociales, cuya base no es científica, sino precientífica. Tal es el caso, por ejemplo, con la tesis expuesta por Dan sobre que el mundo democrático se basa en intereses fríos. Esto tiene detrás una concepción del ser humano que está siendo objeto ahora de serias críticas, por ejemplo a propósito de la reciente crisis financiera. Pero, claro, a uno le debe costar mucho volver a los años de cuando entró en la universidad, empezar a pensar si lo que le enseñaron allí es o no verdad y, por tanto, si es o no verdad lo que uno ha estado defendiendo en su profesión desde entonces. No quiero acusar a nadie de mala fe, por supuesto. Es muy humano defenderse de los «ataques» de los contrarios, cuando estos no se refieren a una diferencia menor (algo así como si un coeficiente en una ecuación es 1,3 en vez de 1,1), sino a un tema de fondo. Pero a veces uno tiene que estar dispuesto a hacerlo.