El lector ya conoce mis simpatías por ResPublica, un think tank británico dedicado a temas de sociedad. Encontré hace unos días un artículo sobre los vanos intentos de conseguir una ética pública sin moralidad (aquí, en inglés), que me interesó. El autor, Dave Landrum, empieza con una pregunta: «¿Por qué cuantas más libertades nos dan, necesitamos más leyes?». Algo no cuadra aquí…
La tesis de Landrum es que hablamos mucho de ética pública, pero no somos conscientes de que esa ética necesita un marco moral en el que pueda prosperar. «Demasiado a menudo parece que tratamos de cultivar la ética pública en un vacío: ¿cómo podemos esperar que haya honestidad, si no tenemos un gran aprecio por la verdad? Es literalmente imposible tener honestidad en los medios de comunicación [el artículo va dirigido a periodistas] si no hay objetividad en la información periodística. Con los medios compitiendo por el poder y los beneficios, cada uno trata de presentar su punto de vista sobre el mundo a expensas del otro. Alimentados por el mito, muy extendido, de la neutralidad secular, el resultado es una sutil pero clara manipulación de los hechos y la realidad para que coincidan con la agenda particular de cada uno, y el efecto de todo ello es la pérdida de la confianza pública». Y añade más adelante: «Calificando a toda restricción como ‘moralidad anticuada’ parece que conocemos el coste de todo y el valor de nada». Y menciona a un rabino judío, que decía recientemente que «necesitamos volver a aprender la disciplina de la libertad». Y añade: «Debemos aprovechar esta oportunidad para ir más allá de hacer lo que funciona y de lo que la gente quiere, para hacer lo que hay que hacer».