El Mundo publicaba el día 10 de enero una noticia sobre las pensiones (aquí). Me dejó preocupado que los sindicatos se nieguen a reabrir el debate sobre este tema, «aunque la situación puntual de la Seguridad Social sea muy crítica en estos momentos. En opinión de Toxo [Comisiones Obreras], el problema no está en reformar el sistema de pensiones, sino en la creación de empleo para que se sustente». Bueno, si «el problema» es el déficit de las pensiones este año, o si «el problema» es la difícil situación de muchas familias que no tienen empleo, Toxo tiene razón. Pero a estas alturas hay ya un clamor insistente por parte de los expertos de que «el problema» de las pensiones no es solo de este año, y que va a crecer de manera imparable en los años que vienen, a pesar de la reforma de 2011. Y las razones son, primera, que la entrada de trabajadores en el mercado de trabajo es y será cada vez menor, no solo por el paro actual, sino por la caída de la natalidad y el freno a la inmigración (y los empleados son los que aportan los fondos para que cobren los pensionistas); segunda, que el número de jubilados crece y seguirá creciendo, porque llegan a la edad de retiro generaciones elevadas de trabajadores (los que entran, claro, acaban saliendo); tercera, porque los jubilados viven cada vez más años; cuarta, porque los incentivos a jubilarse anticipadamente siguen siendo demasiado altos; quinta, que los costes de atención de los mayores, sobre todo los costes de la sanidad, seguirán creciendo, y sexta, porque, con buen criterio económico, social y humano, queremos que sigan disfrutando de un nivel de vida digno.
Después de leer la noticia y quedarme triste con lo que considero una posición política e ideológica, pero no sensible para con los problemas reales, por parte de los dirigentes sindicales, dejé de lado la noticia. Pero luego cayó en mis manos un corto de Alice M. Rivlin, una prestigiosa ecnomista norteamericana, que publica en el blog de la Brookings Institution, un think tank norteamericano nada sospecho de connivencia con la derecha montaraz o con el capitalismo financiero. Rivlin titula su entrada «Hagamos ahora los cambios en la seguridad social para evitar la deuda futura» (aquí, en inglés). Y los argumentos son los mismos que yo he dado más arriba (claro que ni ella ni yo somos novedosos en esto: esas razones son sobradamente conocidas, desde hace muchos años, para todos los que quieran entender cuál es «el problema» de las pensiones, en España o en Estados Unidos o, para el caso, en Alemania, en China o en cualquier otro lugar). «Debemos actuar, dice Rivlin, para asegurar que la seguridad social está firmemente financiada para los beneficiarios futuros. Cuanto antes actuemos, menores serán los cambios necesarios en los beneficios de los jubilados y en los ingresos del sistema. Reducir la deuda futura es una ventaja más de preservar la seguridad social». Y, claro, me dije a mí mismo: si hasta la Rivlin pide una reforma, tú, Antonio, no debes ser menos.
Me gustaría que los sindicatos diesen una explicación de su actitud ante la reforma de las pensiones en nuestro país. Si tienen razones para sostener que el sistema es sostenible, a pesar de los argumentos dados antes, que las publiquen, para que podamos compararlos con los numerosos estudios de expertos que afirman lo contrario. Claro que pueden pensar que ahora no es momento para distraer el gobierno con minucias sobre el nivel de vida de las generaciones futuras (no tan remotas, sino nuestra propia generación cuando estemos ya retirados), pero el Pacto de Toledo debe ser un instrumento para pensar en el día de mañana: ¿por qué no lo hacen? A lo mejor, los miembros del Pacto de Toledo tendrían que comparecer también ante la sociedad española para justificar su falta de acción.
A lo mejor el error es el diseño del sistema que en vez de basarse en el empleo debería basarse en la riqueza del país y por ende financiarse de otra manera.
Con ello se reduciría entre otras cosas los costes laborales, se impulsaría la competitividad-precio.
este país es el que menor presión fiscal tiene entre los países de la zona euro, menos que Grecia, que ya es decir.