Leí hace unos días un artículo en el Financial Times en que el autor hablaba de la importancia de que las actividades filantrópicas traten de conseguir el mejor rendimiento por dólar o euro gastado (aquí, en inglés). La idea me pareció interesante, al menos de entrada. Los recursos que tenemos son limitados, también los que ofrecen los grandes donantes. Y las necesidades son muchas. De modo que lo lógico es que el dinero se canalice hacia aquellos usos en que la rentabilidad es mayor. Eso es lo que decía el autor del artículo, que estaba haciendo propaganda de una ONG, Global Fund for Children, que el Financial Times ha elegido como socio para su promoción de esta temporada.
Claro que luego me entró una duda: ¿cómo valoramos los resultados de una acción social? El Global Fund for Children lo hace contando, por ejemplo, la cantidad de dinero que hace falta para proporcionar formación durante un año a niños en, digamos, India. Lo que el Fund hace es poner el primer dinero, al que siguen otros donantes, lo mismo que ocurre en la promoción de negocios. Ahora bien, ¿cómo se compara el efecto de la ayuda en unos niños de la India con el de, por ejemplo, un pozo en Chad o una residencia de ancianos en Perú? Mediante resultados económicos, claro. Pero, ¿es comparable el «rendimiento» de la educación en un continente con el de la ancianidad en otro? Desde luego, los niños van a empezar una vida nueva, gracias a su educación, crearán familias mejores, se ganarán mejor la vida… mientras que los ancianos ya van de bajada, se morirán dentro de poco, van a aportar poco a la sociedad… O sea: estamos midiendo los resultados con el metro económico. ¿Nos dejamos algo? Yo me decía que lo mejor de ese esquema es que mueve a otras personas a dar, y no sé si eso se consigue mejor con los niños o con los ancianos… O sea, hay consecuencias no incluidas en la rentabilidad «económica» de la ayuda, que quizás valdría la pena considerar.
La confirmación de esto me la dio unos días después un antiguo alumno del IESE, español residente en Suiza, con el que tuve ocasión de charlar en un viaje a Ginebra. Me contó un ejemplo concreto que él había estudiado: proporcionar dinero para comprar casas mejores en un barrio pobre es una excelente idea, pero reduce considerablemente la seguridad en la zona, porque atrae a los ladrones. ¿Es positiva la suma o no? Sí, ya entiendo que, si uno quiere ayudar, debe empezar por algún lado, y si se para a mirar todos los inconvenientes acabará guardándose el dinero. De acuerdo. Pero, obviamente, estamos calculando mal el rendimiento de nuestras actividades caritativas. Mi amigo me prometió enviarme información sobre esto, de modo que espero volver sobre este tema.