Lo leí en el blog de The Family Watch (aquí, en castellano). Es un artículo de Jaime Barreiro en El Correo Gallego del 3 de enero. Lo reproduzco, sin más, porque me gustó:
La memoria económica es de las más livianas. Esa es la razón de que no seamos capaces de aprender nada, ni de los momentos buenos ni de los malos, para preservar unos y evitar los otros. Nada, o muy poco. Y así, nos dejamos llevar por la circunstancia, gozándola sin reparo ni prevención cuando es buena y dejándonos agobiar hasta la desesperanza cuando es mala.
Ahora estamos en la mala. Toca pensar que nunca saldremos de ella. Es fácil oír decir, por ejemplo, que nuestros hijos ya no podrán seguir viviendo como hemos podido hacerlo nosotros. La pérdida de fe en el progreso. O peor aún: creer que las generaciones que nos han de seguir no tienen la fuerza, la sabiduría y la suerte que nosotros hemos tenido. Y no es verdad. La generación que ha pisado en falso no es la suya, sino la nuestra. Y lo que sí puede ser es que nosotros ya no escribamos más páginas de la Historia, la nuestra, porque esta manera de vivir se ha agotado. Pero que nuestros hijos, al contrario de lo que creemos, sí puedan hacerlo, de la suya; que quizá están empezando a hacerlo ya, con las dudas y tachones de casi todo lo que va de nuevas, como suele ser. Y que nosotros no entendemos sus trazos, porque ellos empiezan a referirse ya a un mundo nuevo, a otro mundo que tampoco somos ya capaces de comprender. Sí. Quizá sea eso lo que sucede con las crisis tan contundentes como esta que estamos viviendo: que está cambiando el mundo, en medio de un tránsito generacional. Que está cambiando todo, pero de verdad, a fondo, radicalmente. Y que nosotros, los que de una manera o de la otra hemos rubricado el pasado reciente, ya no tendremos protagonismo en el futuro inmediato. Eso ya será cosa de nuestros hijos. El futuro dejó de ser una simple prolongación del pasado. Alguién –de quien yo no tengo el gusto– ha trazado una línea roja entre ambos; nosotros hemos quedado a un lado de la marca y nuestros hijos al otro. Eso es todo. Y si nosotros hemos sido capaces de construir un mundo como el que hasta aquí hemos conocido, no hay razón alguna que nos permita dudar de que ellos puedan levantar otro mejor que este. Sólo hace falta que conserven la fe en el progreso que nosotros parecemos haber perdido. Y ya está.
Apreciado Antonio.
Como siempre felicitarte por tus blogs.
Hoy me atrevo comentarte este blog, como docente jubilado ,que ha tenido la suerte de desarrollar la docencia, entre alumnos de inteligencia por encima de lo normal , en ellos he constatado la ilusion de desarrollar el oficio que estaban a punto de ejercer al terminar su carrera universitaria, a pesar de los problemas de todo tipo, y emprender el camino de la vida que estoy seguro que triunfaran consiguiendo los objetivos que se propongan ,su camino sera diferente al nuestro ya que su entorno es diferente al entorno que nos toco vivir y en la actualidad tenemos otras prespectiva muy diferente de esta juventud universitaria que nos rodea