Cómo convencerles de que nos perdonen la deuda

Mi colega del IESE Alfredo Pastor viene recordando con insistencia la necesidad o, al menos, la conveniencia de que los acreedores perdonen parte de la deuda de los deudores; por ejemplo, el 8 de marzo en el diario Ara («Europa: ¿alma mater o NUS?», aquí, en catalán, para suscriptores). Él se refiere a la deuda externa que nos atenaza, y que dificultará nuestra recuperación. «La solución [al problema del futuro del euro] requerirá un acuerdo, hecho posible por los gobiernos de la zona euro, entre acreedores y deudores privados, acudiendo a los sufridos contribuyentes solo en última instancia».

Alfredo se apoya en la experiencia histórica (niveles de deuda externa privada tan alta no permiten una corrección fácil, de modo que, al final es necesario que los acreedores renuncien a una parte de sus derechos), a razones de eficiencia económica para los deudores (la losa de la deuda nos impedirá levantar cabeza durante décadas) y los acreedores (que se pasarán décadas peleándose con los deudores por la recuperación de su dinero), y a una razón de justicia (los que compraron cédulas hipotecarias a nuestras cajas y bancos sabían, o debían haber sabido, que estaban entrando en un negocio de alto riesgo, por la sencilla razón de que no habría manera racional de que aquellos miles de viviendas que se estaban promoviendo se vendiesen a precios razonables y, por tanto, que las hipotecas se pudiesen pagar). Y este es el argumento más sólido, aunque, claro, los acreedores nunca lo reconocerán, del mismo modo que los bancos españoles no quieren oír hablar de que concedieron hipotecas a personas que, evidentemente, no podrían hacerles frente.

Estoy de acuerdo con Alfredo. Solo añadiré cuatro cosas. Una: podemos desear ese perdón de parte de la deuda, pero no podemos darlo por descontado, porque los acreedores se resistirán como gato panza arriba y porque sus gobiernos no querrán adherirse a nuestra petición de perdón (porque esto implicaría tener que volver a ayudar a sus bancos, que volverían a estar en crisis). O sea que ellos no tomarán la iniciativa de ofrecernos ese perdón.

Dos: si ellos no lo van a ofrecer, no lo podemos pedir nosotros, porque eso sería tanto como reconocer que somos o que seremos insolventes, lo que inmediatamente detendría la financiación exterior de nuestra deuda pública, elevaría la prima de riesgo y nos haría, de verdad, insolventes. Bueno, a lo mejor no sería lo peor, por aquello de que es preferible ponerse una vez rojo que toda la vida amarillo. Pero no me imagino a ningún gobierno (español, portugués, italiano, irlandés…) anunciando esta infausta noticia, al menos en el entorno actual, aunque habrá que esperar a ver qué pasa en Italia…

Luego, tres: nosotros debemos seguir actuando como si no pasase nada: la deuda es sostenible, la pagaremos, no se preocupen, seguiremos con la austeridad y las reformas.

Pero, cuatro: hay que moverse en otro plano. Y no me pregunten cuál debería ser este plano nuevo. ¿Una confabulación de deudores para poner un ultimatum a los acreedores? ¿Un plan A para devolver la deuda, con la evidencia de que es demasiado costoso para nosotros y demasiado peligroso para ellos, de modo que se vayan inclinando por un plan B que incluya aquel perdón parcial? ¿Un intercambio de dones, por el que nuestros acreedores nos perdonan parte de la deuda a cambio de otras ventajas que podamos ofrecerles en otros frentes? No lo sé. Pero puede ser la hora del slogan de las barricadas de mayo de 1968: la imaginación al poder.

2 thoughts on “Cómo convencerles de que nos perdonen la deuda

  1. Hola,

    Muy bueno su artículo.
    Quería hacerle una pregunta ¿conoce algún estudio sobre la actual situación en Islandia?
    Al fin y a lcabo ellos fueron lo suficientemente valientes de ocuparse más de sus gentes que de los mercados internacionales, no como nosotros en que sólo importa ser creibles para los compradores de nuestra deuda

    Gracias

    JP

    1. No he seguido regularmente el caso de Islandia. Hay unas cuantas webs donde puedes encontrar información sobre ese país (en inglés): la del Fondo Monetario Internacional (entrando en Google encontrarás inmediatamente el acceso), la OECD, el European Enterprise Institute, el The Economist Intelligence Unit…

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