Un artículo del The Economist del 9 de marzo me hizo pensar (aquí, en inglés). Explica la división entre republicanos y demócratas en Estados Unidos, pero señala que hay entre ellos más unidad que entre los europeos. Y esto es lo que me interesó, porque nos afecta directamente a nosotros.
Citando una encuesta del Pew Research Centre, en la que se pregunta a los ciudadanos europeos si consideran que el éxito se debe más al esfuerzo de las personas o a factores que dependen de la suerte, dice que los alemanes, británicos y checos dan más importancia al trabajo duro, mientras que los franceses, griegos e italianos (y yo añadiría que también los españoles) suelen dar más importancia a factores que se escapan al control de los ciudadanos. «Este fatalismo cínico, afirma el artículo, explica que los del sur [de Europa] pidan más ‘solidaridad’«, lo que, obviamente, no agrada a los del norte. «Si los votantes piensan que el éxito es inmerecido, repartir dinero para todos parece lo más justo».
Me parece que tenemos que hablar con más frecuencia de la diferencia que hay entre crear riqueza y repartirla. Es verdad que los que ponen énfasis en la creación quizás se creen con derecho a guardarla toda o casi toda para ellos. Pero también los partidarios del reparto deberían entender que «fabricar» riqueza es cuestión de trabajo duro, de esfuerzo… Y que a nadie le gusta trabajar con tesón para que otros se lleven lo que ellos han creado. En fin, que acabamos con la necesidad de diálogo, como siempre. El contrato social que edifica nuestra sociedad tiene que compaginar la justicia social con la eficiencia económica.
Margaret Thatcher que, acaba de morir, aludía a la parábola del Buen Samaritano, para abordar el tema de la solidaridad y la creación de riqueza. Decía, si el Buen Samaritano no hubiera tenido dinero, no habría podido ayudar como lo hizo. Sin creación de riqueza, no se puede repartir.
esto explica un poco la situación que estan pasando algunos paises de europa, que esperan un cambio a través de los gobernantes pero el cambio empieza por el esfuerzo de cada uno como explica el artículo, sin esperar a que estos gobernantes o grupos ecónomicos se decidan a hacer las cosas bien