La frase que utilizo como título no es mía, claro, sino de un economista inglés famoso, de principios del siglo XX, Alfred Marshall. La frase completa es, más o menos: «toda afirmación tajante es falsa (menos esta, claro)». Me acordé de ella leyendo un artículo de Carlos M. Canals (ya le he citado en otras entradas anteriores) en el suplemento Catalunya de Expansión del 5 de abril (lo siento, es de pago para los no suscriptores). El título de su columna es «La falta de matices daña la convivencia». Es verdad. He aquí algunas ideas para que las vayamos pensando.
«Uno de los enemigos de la convivencia humana es la expresión de afirmaciones rotundas. Me refiero a las sentencias emitidas en un tono tajante que no admite réplica, a costa de simplificar una realidad compleja«. O sea, son un atentado a la verdad -Canals no utiliza esta expresión, pero me parece que estaría de acuerdo con ella. Si la realidad es compleja, una frase parcial y tajante es, de algún modo, falsa. De acuerdo, con matizaciones y explicaciones el tema se alarga y no tenemos paciencia para seguir leyendo o escuchando. Bien, pero estamos haciendo un flaco servicio a la verdad, quizás porque nos interesa más «crear nuestra verdad» que reconocer la verdad verdadera. Si de este modo fastidiamos con político contrario, ¡bien venida sea la frase lapidaria y sin matices!, aunque sea mentira. Bien, pero, reconozcámoslo: estamos montando nuestro mundo sobre la mentira.
«El matiz lo es todo», afirma Canals, recordando una frase de Alberto Ullastres (para los jóvenes: el Ministro de Comercio de tiempos de Franco que llevó a cabo la liberalización con la que empieza la modernización de la economía española, a finales de los 50). «Ignoramos la compleja que es la realidad o la deformamos cuando pontificamos sin tener en cuenta los distintos aspectos de un fenómeno», por comodidad, por superficialidad, para defender nuestros intereses por encima de los legítimos intereses de otros o del bien común… Y así, ¡qué difícil es ese diálogo social, abierto, que necesitamos para reconstruir una sociedad que estamos edificando sobre las medias verdades, es decir, sobre las mentiras!
«La falta de matices también alcanza a la valoración moral de personas e instituciones». ¿Somo conscientes de que cuando decimos que Fulano es un corrupto, o un sinvergúenza, o un ladrón, sin fundamento y sin matices, somos injustos? Porque, como decía Sócrates, si yo hago una injusticia, me he hecho injusto…
«Tengo la sensación de que se está generalizando el síndrome del tertuliano radiofónico que no sabe pero opina». Así acaba la columna de Canals. Y esto dice muy poco de muchos (no todos) de esos tertulianos y… ¡oh desgracia!, de muchos de los que les escuchamos y nos adherimos a sus opiniones.
Con este artículo nos lo pone complicado para opinar Profesor (haha). Igualmente, me atrevo a decir que me parece natural lo que ocurre – refiriéndome a la opinática y al «tertulismo». Es lo que tiene la democratización de la información y tal vez, hasta cierto punto del conocimiento (Internet, redes sociales, en fin, acceso a información). Por ejemplo, una chica «normal y corriente» como yo escribiendo a la par de grandes pensadores, economistas, ministros, etc. en este instante y en este artículo, sería algo impensable antes de la revolución informática.
Es natural e interesante la horizontalización y democratización de la opinión, que al final, en mi forma de ver – es positiva para la sociedad y su avance. Sin embargo lo que sí creo es importante tener, y lo que nos diferenciará de otros y de no caer en trampas de tertuleros es la prudencia, el contraste (comparación) y el criterio. El sistema educativo y la misma crianza de los pequeños/as ha de ir más allá de los conceptos, como educadores, padres y profesionales hemos de trabajar en formar criterio y sembrar la curiosidad y la duda con basamentos reales (nada es absoluto) para acercarnos a la «verdad» o al menos a una serie de escenarios realistas resultado de dicho ejercicio a nuestra prudencia, y con ello, el ejercicio del pensamiento estratégico.