Menos de lo que solemos decir. Y reconozco que yo lo he dicho más de una vez: no puede ser que tengamos al 55% de jóvenes sin trabajo (hablaba con cifras de parados de 16 a 24 años de edad, según la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre de 2012, en la última la cifra se eleva al 57,2%). Bueno, cuando quería ser más preciso, decía que esa era la tasa de paro sobre la población activa de esas edades. Lo que esto quiere decir es que de cada 100 jóvenes de hasta 24 años que están en el mercado de trabajo, como empleados o como parados, 43 tienen un empleo y 57 no lo tienen. Esto es algo grave, por supuesto, pero no quiere decir que de cada 100 jóvenes, 57 quieren trabajar y no encuentran empleo, porque están, además, los que estudian y los que ni estudian ni trabajan ni buscan trabajo, los ni-nis.
Carmen González, investigadora del Real Instituto Elcano, publicó hace poco un Comentario titulado «El paro juvenil en España» (aquí), donde llama la atención sobre esta confusión. Con cifras de la EPA de finales de 2012, señala que, de los 4,113 millones de jóvenes en esa franja de edad, solo 1,687, el 41%, estaban activos en el mercado de trabajo, empleados o buscando empleo. «La gran mayoría de los que no trabaja ni busca trabajo, el 89% de ellos, está estudiando. Les sigue muy lejos el grupo de las mujeres que se dedican en exclusiva a las labores domésticas y finalmente un pequeño grupo de ‘otros’ que equivale a los ‘ni-ni’, es decir, los que ni estudian ni tienen o buscan ocupación (73.000 personas)».
Esto no quiere decir que podamos estar tranquilos. Hay muchos jóvenes que querrían tener un empleo y no lo tienen. Y los que ahora estudian querrán tener un empleo cuando acaben. Y hemos de ofrecer posibilidades a todos estos. Y a los de más de 24 años que, probablemente, están intentando sacar adelante a sus familias. Y a los mayores, porque quedarse en el desempleo a los 55 años significa pasar diez años horribles hasta que llegue la jubilación, que dará lugar a otros años miserables, porque las pensiones no podrán ser generosas. «Houston, tenemos un problema».
O mejor, varios problemas, porque cada segmento tiene dificultades específicas. Los muy jóvenes necesitan poner algo en su curriculum, para tener posibilidades de que alguien se fije en ellos y les contrate, y porque un empleo, cualquier empleo, aunque sea un minijob mal pagado, significa una aportación a su capital humano. Otros tienen un problema de formación: necesitan saber hacer algo útil, como paso para un empleo más o menos cualificado. El problema de la mayoría será, sin embargo, que son demasiado caros para conseguir un empleo: la reforma del mercado de trabajo será aquí clave. Bueno, ya se ve que seguimos teniendo mucho trabajo.
Es importante formarse, pero parece que cada vez hay que saber hacerlo con un sentido más práctico porque no hay margen para no cotizar durante años, ya que las pensiones serán insuficientes en la jubilación si no se ha cotizado lo máximo. Los primeros años de vida laboral son claves.
Da miedo y pena a partes iguales imaginar una sociedad en la que la mitad de la juventud está en el paro.