Es verdad: la autoridad, el prestigio, el peso y el poder de España no están a la altura de su tamaño y de su historia. Consecuencia de la crisis, claro. Pero, como explica Ignacio Molina, del Real Instituto Elcano, hay otras razones para esa falta de presencia, como explica en un documento reciente de ese Instituto.
Molina señala que hubo tres fases en el desarrollo de las relaciones entre España y la Unión Europea (UE):
- La de europeización, entre 1986 y 2000, cuando España trató de presentarse como un buen alumno, alcanzando excelentes resultados en términos de fondos de cohesión, acciones en el Mediterráneo y en América Latina, etc., hasta acabar dentro de la moneda única.
- Un periodo de lenta pero continuada des-europeización (2001-2010), manifestada en la pérdida de competitividad, la ausencia de una acción clara en el ámbito institucional y la ausencia de una política exterior bien definida ante Europa. El resultado fue una España muy debilitada en Europa, como se pudo comprobar en la fase más difícil de la crisis financiera, cuando la deuda soberana española hacía aguas y Europa parecía mirar hacia otro lado.
- La fase actual, con España tratando de volver a encontrar su lugar en Europa, porque reconoce que necesita el apoyo de sus socios y la fortaleza que le dará su presencia activa en la UE (lo que Molina llama la fase de re-europeización). Y esta fase incluye aceptar los intereses de nuestros socios (Alemania y Francia, sobre todo).
Molina señala también que la presencia de Bruselas en España se nota claramente, mientras que la de España en la UE no se aprecia. Y concluye que tenemos que hacer más, mucho más, en nuestro planteamiento de las relaciones futuras con Europa. Y sugiere, para ello, varios elementos, como definir nuestra narrativa en Europa (la que hay ahora la han creado los alemanes, y no es la que a nosotros nos interesa), acomodar los intereses de España dentro de los de la UE (buscar la cooperación, no el enfrentamiento, como a ratos hace nuestro gobierno y jalean nuestros medios de comunicación), cuidar la calidad de nuestros representantes en la UE, tener un proyecto de política interna, consensuado y aceptado dentro de casa, para coordinarlo con el de la UE (¿cómo vamos a convencerles de que nos ayuden si no somos capaces de presentar un plan coherente, que empiece en casa y que acabe con la ayuda de nuestros socios europeos?), hacernos amigos y promover alianzas; generar ideas (que ahora brillan por su ausencia, al menos en el plano oficial) y cuidar la imagen de Europa que damos a nuestros ciudadanos (no podemos seguir echando la culpa a Bruselas de lo que son errores nuestros, ni acusarle de unas exigencias de ajuste que son las que nosotros debemos poner en práctica, nos lo mande Europa o no). Molina acaba estas sugerencias con una conclusión: pensar más en España y actuar más en Europa.
Tengo la impresión que esquivas el tema del referéndum por el estado propio de Cataluña un poco. Aunque no sea determinante. España tiene una vicepresidencia, Alejo Vidal-Quadras, que tiene un bajo concepto de lo que es la democracia. UE le dice que invierta en el corredor mediterráneo, hace años que le aconseja, y prefiere invertir en el AVE a Extremadura (ayer salió a la prensa una vez más). Tenemos que los diputados catalanes prácticamente siempre votan lo contrario de los españoles, sin importar el partido. España pinta poco no sólo en Europa también en Catalunya
Al estar el IESE entre los primeros puestos de escuelas directivas, creo que se trata del corto plazo.
Saludos