Volvió a caer en mis manos hace unos días una entrada de un blog que guardé haca casi cinco años, en lo que eran entonces los primeros pasos de la crisis financiera que vivimos. Su autora es Ann Gelpern, profesora entonces de la Rutgers School of Law, pero no he podido encontrarlo de nuevo, de modo que pido al lector que me crea, que efectivamente el papel existió y que decía (más o menos) lo que yo diré aquí (o, al menos, lo que yo he entendido). Trata, claro, de cómo resolver una crisis, y tiene algunas ideas que me parece interesante sacar a colación ahora.
«Cuando llega una crisis, dice Gelpern, los políticos que toman decisiones (decisionmakers) se presentan en un estado ritual de shock; entonces proceden a romper todas las reglas del libro de reglas. La alternativa es impensable. Cuando lo peor ha pasado, los participantes renuncian a la crisis de apostasía y prometen actuar con firmeza la próxima vez». Me parece una buena presentación de lo que nos ha ocurrido, con la diferencia de que, según parece, aún no hemos llegado a lo de «lo peor ha pasado».
«Los políticos que toman decisiones que se enfrentan con una crisis han de tomar tres tipos de decisiones. Primera, ¿deben darle una respuesta global o caso por caso? Segunda, ¿deben los gobiernos interferir en los contratos privados? Tercera, y más difícil, ¿cómo deben las políticas de emergencia distribuir las pérdidas que provoca la crisis?» Gelpern añade que «en tiempos ordinarios, los problemas [ella está pensando en las quiebras de empresas, pero podríamos aplicarlo también a los desahucios] se resuelven caso por caso (…) Pero en una crisis masiva, no hay jueces ni horas disponibles para resolver todos los procesos (…) Entonces es la hora de que los gobiernos acudan a una solución al por mayor, una solución que aplican a todos los casos». Pero «en la mayoría de las crisis las respuestas al por mayor no llegan a tiempo. Y las soluciones en masa significan admitir un fallo masivo de la política. Los buenos son castigados junto con los malos, y los malos son auxiliados junto con los buenos. Solo la amenaza colectiva a la que todos se enfrentan hace posible esa falta de equidad«. Bueno, esto lo hemos experimentado en este país, ¿no?
Y luego está la cuestión de los contratos privados, que «no son sagrados, pero tampoco son pactos para el suicidio colectivo. En una crisis, la rigidez de la ley –que, por ejemplo, no permite a los deudores modificar sus hipotecas en caso de insolvencia– puede causar un daño a la economía en su conjunto. Cuando todo el mundo se queda sin dinero a la vez, los contratos acabarán siendo incumplidos en masa. Y cuando todos los acreedores están luchando por cobrar, nadie estará dispuesto a ayudar a los deudores para evitar su quiebra. Estos problemas de acción colectiva han justificado la intervención de los gobiernos en los contratos privados».
Pero «no hay ganadores en las crisis financieras, solo perdedores de grandes o de pequeñas sumas. El trabajo más duro para un gobierno es cómo asignar las pérdidas que se han hecho inevitables». Y acaba diciendo que «sabiendo que las crisis volverán a producirse, que las reglas volverán a ser suspendidas y que las medidas de emergencia deberán ser usadas de nuevo, deberíamos promover un debate acerca de cuándo, cómo y en beneficio de quién debe producirse todo eso. Y debe empezar antes, y continuar después, de que la emergencia ha pasado».
Tal vez sea este el artículo al que se refiere el post:
http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1401062
No, era un artículo en un blog. Pero ya se ve que las ideas coinciden -como es lógico. Gracias.
Y las soluciones en masa significan admitir un fallo masivo de la política
Como cuando el FMI reconoció «fallas notables» en el rescate griego, creo que también leyeron el articulo de la profesora Ann Gelpern y tuvieron que reconocerlo.
Y lo que dice usted,:los buenos son castigados junto con los malos, y los malos son auxiliados junto con los buenos. es completamente cierto.
Gracias profesor Argandoña por sus entradas al blog. Me permitiré hacer un comentario cuantitativo algo avanzado para nuestra época.
Al ser las curvas de oferta-demanda estadísticas (esto es algo novedoso recién publicado en La Constante Universal de la Economía por mí) los bienes raíces a largo siguen una distribución de Fermi-Dirac, por ser activos. En cambio, el dinero sigue una distribución “libre” del tipo Bose-Einstein. Al conectarse a través de una economía en un país, por medio de contratos unitarios, la liquidez “funciona” mientras los pagos respaldan su adquisición. Pero los bienes impagos comienzan a generar una brecha que se puede calcular por el concepto que los vincula, que es una “actividad económica” (el parámetro T en las curvas de Aoki y Yoshikawa) menguada. Esto deriva hacia nuevas curvas oferta-demanda primero en ese sector y luego, hacia toda la economía en su propia dinámica. Los estados iniciales y finales de la economía de activos fijos puede obtenerse de la distribución de Fermi, que en el caso de la economía española está entre 0,35 y 0,8 veces su valor inicial. Los que logran hacerse con esos activos, pueden lograr que la “actividad económica” recupere su valor inicial e incluso, crecer. Los plazos para esto último dependen del sendero de expansión según las Cobb-D. corregidas por las co y contrarrelaciones respectivas.
Un cordial saludo.