«La tiranía de las minorías en la era de la tecnología», era el título completo de un artículo de John Kay en el Financial Times del 12 de junio (aquí, en inglés). Los ejemplos que pone son del Reino Unido, pero en España podemos encontrar otros tantos o más de políticos que, ante una petición respaldada por una minoría, se lanzan en tromba a defenderla, porque eso da votos, gana aprobación, roba titulares en la prensa o, simplemente, le cae bien a la gente. Kay llama esto «la tiranía de la minoría», parafraseando a Edmund Burke y su «tiranía de la mayoría» (que también padecemos).
´»La tiranía de las minorías parece una mejor descripción de la democracia hoy. Como la mayor parte de la gente no tiene tiempo o energía para dedicarse a la política, pequeños grupos con una fuerte motivación comercial, personal o ideológica ejercen una influencia desproporcionada. Esto deja rienda suelta a los lobistas pagados y a los individuos y organizaciones obsesionados con un tema único». Claro que a los políticos les corresponde defender el interés público, pero «el interés público es difuso y no tiene recursos ni liderazgo, mientras que el interés privado está enfocado y bien financiado».
«Burke, acaba diciendo Kay, afirmaba que el parlamento no es un congreso de abogados de intereses en competencia, sino una asamblea deliberativa que busca identificar un interés común. Pero los modernos políticos, vulnerables a las exigencias de la financiación de los partidos, asediados por grupos de lobistas y obsesionados por los titulares de los periódicos, se han desviado mucho de aquel ideal».
Ya sabe el lector que no me gusta que mis artículos tengan un tono negativo, de queja. De modo que acabaré con una recomendación: cuando algún político, o periodista, o medio de comunicación, o grupo de intereses, o lo que sea se vuelque en un tema de interés minoritario, escriba una carta al periódico, o a su blog, o a su tuiter, o envíele un SMS preguntándole por qué pone su compromiso con el interés público al servicio de un interés privado. A lo mejor eso privado tiene interés público, pero a lo mejor no.
En mi humilde opinión, la democracia ha demostrado ser un fracaso, por lo menos de la forma que se ha entendido y aplicado. En un mundo ideal, donde las personas tuviesen la suficiente formación en todos los aspectos que afectan a la buena marcha de la sociedad, ésta sería una solución. Pero ni que decir cabe que éste mundo dista mucho de la realidad.
Por esto, hablar de minorías y mayorías creo que puede haber sido uno de los peores errores que se podrían haber cometido a la hora de diseñar un sistema político. Me viene una imagen muy gráfica a la cabeza: si uno va al mercado y pregunta el precio aproximado de «un quilo», el tendero le mirará con cara de expectación, esperando la siguiente especificación: un quilo de caviar o un quilo de judías? No es lo mismo. Si se compra un quilo de caviar, uno probablemente quede sin «cash» en la cartera…mientras que si compra un quilo de judías, podrá traer, además, el postre con la vuelta.
Y es que, como en el mercado, en la sociedad no existen diferencias de dignidad o de valor entre las personas; pero sí existen diferencias en la «idoneidad» (por decirlo de algún modo) para decidir y opinar. 27 mil ignorantes votando sobre una ley que afecte a la salud pública puede ser mucho menos valioso y, sobretodo, mucho más peligroso que 6 médicos dando su punto de vista al respecto.
Por esto es que hablar de minorías y mayorías me parece demasiado poco «accurate» (como dirían los ingleses). No pienso que los problemas importantes puedan resolverse a base de «pesar» los votos a favor o en contra. Y no sé si me equivoco, peor tal ve esta ha sido una de las hipótesis erróneas que han llevado a que la política sea lo que sea y tantas veces se atrevan a dedicarse a ella «candidatos» que, cuanto menos, son mediocres. Otra suerte nos hubiese tocado si se hubiesen adoptado otros sistemas… pero seguramente no es políticamente correcto ni democrático proponerlos.
Por otro lado, gracias por el post. Me parece una discusión interesante.
Hay un claro trastoque de lo que decían Rafa Alvira y LP. La mejor forma de verlo creo yo, es que lo público está más cerca de la virtud mientras que lo privado está inmerso en los hábitos. Pero se maneja al revés. Saludos y gracias de nuevo.