El otro día intentaba explicar a unos participantes en el programa PDD 3 del IESE los problemas a los que se enfrentaba la moneda única cuando empezó su andadura en 1999, y a los que continúa enfrentándose ahora -y sospecho que seguirá haciéndolo por bastante tiempo:
- Falta de mecanismos de previsión de una crisis. En el Tratado del euro solo se contemplaba un mecanismo fiscal, materializado en la limitación del déficit público al 3% del PIB y del volumen de deuda pública al 60% del PIB. El mecanismo existía, pero no fue efectivo nunca, empezando por Francia y Alemania, los países principales de la zona euro. Y, sobre todo, contemplaba solo una crisis de origen fiscal, como la griega, pero no otras causas, como el crecimiento del crédito al sector privado, el sobreendeudamiento de familias, empresas y bancos o una burbuja inmobiliaria, como en Irlanda o España. Sería algo así como si las medidas de previsión de un accidente de automóvil contemplasen solo la revisión del freno de pie, pero no el estado de sus neumáticos.
- Falta de mecanismos de prevención del contagio entre países. En el caso de una crisis financiera, por ejemplo, esa prevención corre a cargo del supervisor nacional, lo que dificulta la identificación de problemas sistémicos que afectan a entidades con negocios en varios países.
- Falta de mecanismos de corrección de la crisis, incluyendo el tratamiento de la deuda pública y privada, cuando es excesiva, el cierre de los déficit públicos (austeridad), la recuperación del crédito bancario o las medidas para que un país puede salir de la recesión. Hasta ahora, esto se dejaba al cuidado de los gobiernos nacionales, pero ya se ve que, con los mecanismos de financiación internacional bloqueados, esos gobiernos no tienen capacidad suficiente para resolver sus problemas.
A lo anterior hay que sumar, por supuesto, problemas políticos, empezando por la diferencia en las explicaciones de las causas de las crisis, cuando se producen, y siguiendo por el diseño de soluciones que afecten a los intereses, públicos o privados, de diferentes países, las reglas de adopción de decisiones en la zona euro o la misma voluntad política de hacer frente a los problemas, cuando se presentan.
¡ Otra vez la sincronización !