Hannah Arendt está de moda en España, por la reciente película sobre algunos aspectos de su vida. Hace poco, la New York Times Review of Books reproducía unos comentarios suyos sobre la violencia, publicados por vez primera el 27 de febrero de 1969, poco después de las revueltas estudiantiles en muchos países (aquí, en inglés). Puede que, con el verano y las vacaciones, la Review of Books tenga menos noticias literarias que ofrecer. O que le ha parecido que valía la pena reproducir sus palabras.
No estoy del todo de acuerdo con todo lo que dice, pero algunas ideas me parece que vale la pena traerlas hoy a nuestra consideración. Nos pueden ayudar a entender fenómenos desde las primaveras árabes o el terrorismo global hasta los movimientos contestatarios más próximos a nosotros, e incluso cambios políticos que, al menos por ahora, no parecen violentos.
«El peligro de la práctica de la violencia (…) es siempre que los medios superan al fin. Si los fines no se consiguen rápidamente, el resultado no es solo la derrota, sino la introducción de la práctica de la violencia en todo el cuerpo de la política. La acción se torna irreversible, y la vuelta al status quo en caso de derrota es siempre improbable. La práctica de la violencia, como la acción, cambia el mundo, pero el cambio más probable es un mundo más violento«.
«Cuanto más burocratizada sea la política, mayor será la atracción de la violencia. En una burocracia totalmente desarrollada, no queda nadie con quien argumentar, a quien presentar nuestras quejas, a quien se pueda presionar con el poder«. Arendt está explicando cómo la burocratización puede dar paso a la violencia, quizás por la falta de liderazgo: el que manda no se siente responsable de nada. Más adelante hace referencia a «la transformación del gobierno en administración, de las repúblicas en burocracias», acabando el proceso en la burocratización de los partidos.
Y acaba diciendo que «sabemos, o deberíamos saber, que toda pérdida de poder es una invitación abierta a la violencia, aunque solo sea porque los que tienen le poder y sienten que se les escapa de sus manos encuentran muy difícil resistir la tentación de sustituir el poder por la violencia».
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Yo vivo en el Perú, en Lima. Aquí hay cada vez más violencia en las calles y casi nadie habla o sabe algo de la droga. Parece como si no existiera. ¿Es curioso no?
Saludos y felicitaciones por los análisis de mucha actualidad del blog.