Acuso recibo de un mail de Eulalia Dalmau, que me mueve a escribir esta entrada. Tenía ganas de hacerlo desde hace mucho tiempo, pero de hoy no pasa. Es una historia verídica, para salir al paso de los que pueden pensar que no vale la pena esforzarse por cambiar las cosas. La leí hace años, en un folleto de la Heritage Foundation, recogiendo un texto de Albert Jay Nock, un conservador norteamericano, que publicó «El trabajo de Isaías» en 1937, aunque el original original es más antiguo: aparece en el libro de Isaías, en la Biblia judía y cristiana.
Parece que Dios llamó al profeta Isaías y le dijo: Mira, el pueblo de Israel está muy mal, me ha abandonado y se ha pasado a la idolatría, no me hacen caso. Te voy a enviar a predicarles. No te escucharán, sino que te perseguirán, tendrás que esconderte y tu vida correrá peligro. Y el día en que te mueras, tendrás la impresión de un fracaso absoluto. Pero no te preocupes: yo me he reservado un «resto de Israel», un puñado de personas que cambiarán la historia de Israel. Tú no llegarás a conocerlos, ni ellos te conocerán. Simplemente, vendrán a su mente ideas que les parecerá que son originales suyas, pero que, de hecho, te las habrán oído a ti. Ellos no serán conscientes de que tú las dijiste, ni siquiera sabrán quién fue ese Isaías. Pero ellos tomarán las ideas que tú les darás ahora, y ellos salvarán a mi pueblo. Anda, ve a predicarles.
La verdad es que la he simplificado mucho. Pero lo importante, me parece a mí, es, primero, que hay que predicar, aunque a uno no le haga caso nadie: hay que tener fe en que «algo queda». Segundo, eso que queda es la verdad, no una ideología. Por mucho que nos quieran hacer comulgar con ruedas de molino y por mucho que falseen la realidad y la verdad, esta acaba imponiéndose. Siempre. Aunque pasen décadas, y aunque por en medio haya quedado nuestro cadáver tendido en una cuneta. O sea que sí, que vale la pena. Y perdón por si da la impresión de que me creo que tengo la verdad: no, no lo puedo creer. Pero si intentamos sembrar la verdad, el «resto» del pueblo elegido sabrá sacarle provecho.
Antonio Argandoña es Profesor Emérito de Economía del IESE.
Gracias Antonio !!!!!
Que oportuno tu articulo para los que sentimos muchas veces que estamos clamando en el desierto !!!!!!
A seguir, sin decaer , con FE
Gracias de nuevo, MAESTRO
Excelente historia. Me anima a seguir investigando, escribiendo y enseñando. Gracias don Antonio.
Tantas veces me he hecho la pregunta: ¿Vale la pena el esfuerzo de investigar y escribir? Este breve artículo me anima a seguir haciéndolo. Supongo que por respuesta tu también te has hecho una pregunta semejante. ADELANTE que vale la pena.
Gracias, Antonio. Sigamos haciendo cosas, que vale la pena.
Gracias por transmitirnos experiencias tan valiosas y retransmitidas con el correr de los siglos y que no quedan atrás sino que revitalizan a los desalentados.
Yo creo que así como hay una mano invisible para los números, la hay para la política … y me atrevería a decir … que también la hay para lo humano … me baso en que el cuerpo tiene que comer (números, es decir cuantificable) para vivir, pero es como es «organizado» y capaz de SABER y AMAR (algo totalmente humano-cualitativo y nada que ver con la política) de otro modo.
Su experiencia en qué transmitirnos, demuestra la validez experimental que dan los años a lo humano. Saludos.