Daniel Gros escribe una columna sindicada sobre «Los bancos zombis de Europa» (aquí, en español). El problema no está en España, ni siquiera en dos o tres países más: el problema es que «el sector es demasiado grande, su capital es insuficiente y son demasiados los participantes que carecen de un modelo de negocios viable en el largo plazo. Esa combinación de los dos últimos factores -una sobreabundancia de bancos sin forma sostenible de generar beneficios- constituye el problema más grave y difícil». Como dice el refrán, «en todas partes cuecen habas». Y me parece que esto nos ayuda a entender por qué es tan difícil encontrar soluciones: porque nadie se atreve a adoptar medidas enérgicas, que provocarían una crisis mayor y de dimensiones internacionales.
Gros comenta estos aspectos breve pero acertadamente. El sector es, probablemente, demasiado grande para poder salvarlo. Es muy difícil capitalizarlo, precisamente porque es grande y, sobre todo, porque «no tiene sentido inyectar nuevo capital a bancos incapaces de generar beneficios en un futuro inmediato». Salvo que lo haga el sector público, claro. Pero los ciudadanos no están muy decididos a permitir que esto se haga con sus impuestos. «En un entorno de lento crecimiento, bajas tasas de interés y elevadas primas de riesgo muchos bancos deben luchar para sobrevivir». Los clientes no ven el problema, que es que el precio de las acciones de esos bancos está condenado a caer, en muchos casos, lo que supone dificultades muy serias para financiarlos, en forma de capital, de depósitos o de aportaciones de otros bancos.
Al final, todos miran a sus gobiernos, esperando que de ahí llegue la solución. Esto explica que «los bancos con capital insuficiente o sin modelos de negocios viables tienden a continuar prestando a sus clientes existentes, incluso cuando esos créditos resultan cuestionables [los del sistema bancario español al sector inmobiliario, por ejemplo] y restringen los préstamos a nuevas empresas o proyectos» -o, añadiría yo, colocan sus fondos en deuda pública.
La crisis financiera no está resuelta. No afecta solo a las economías periféricas. No es una crisis de liquidez, sino de solvencia -y, como señala Gros, de modelo de negocio: después de muchos años no haciendo lo que deberían hacer, han perdido una idea clara de lo que tienen que hacer, y se limitan a sobrevivir. La crisis tiene una solución a largo plazo, que es mantener en vida latente a los bancos zombis, pero, eso sí, sin solucionar el problema de financiación del sector privado. La otra solución es acelerar la reconversión del sector, pero las pérdidas pueden ser enormes, para sus accionistas, para sus acreedores y, al final, para nosotros, los ciudadanos. Quizás sea también un problema de liderazgo…
Es un problema de liderazgo. Al largo solo puede llegarse con virtudes morales: es lo que JAPL llama UNIDAD. El resto es complicidad (algunos prefieren la palabra alienación).
Las innovaciones y patentes generan ATRACTIVIDAD cuando existe un ejecutivo que las sabe ·»manejar» con éxito. Pero si no se hace solidariamente (no es el sentimiento de solidaridad de lo que hablo, sino de una virtud) llega un momento en que todos son cómplices y ya nadie innova.
Esto está pasando por separar cuantitativamente el largo del corto. Eso se puede hacer cuando la dinámica es lenta, pero en una era informatizada, donde las transacciones son cada vez más rápidas, hay que dinamizar los números y el corto se vuelve tan corto que ya no cabe esa aproximación.