Sí, es más barato y efectivo que pensar que todos somos siempre egoístas, que funcionamos solo reaccionando a premios y castigos, que confiar en los otros es siempre arriesgado… porque esto no coincide con la experiencia que todos tenemos. Es verdad que algunas personas no merecen esa confianza, pero la gran mayoría sí la merece. Lo que hay que hacer es, por tanto, fomentar las buenas reacciones de la gente, para que se preocupen de los demás por encima de su interés personal. Porque, además, esa actitud prosocial es endémica, «se pega».
¿Cuándo y por qué actuamos de una manera o de otra? Lynn Stout, profesora de la Universidad de California en Los Angeles, señalaba en un paper de la Brookings Institution que hay tres determinantes importantes a la hora de provocar conductas egoístas:
- Las instrucciones de la autoridad. Stout recuerda los célebres experimentos de Stanley Milgram, en los que una persona aplicaba lo que parecía un durísimo e inhumano castigo a alguien, por el solo hecho de que quien tenía autoridad en el experimento se lo mandaba. O sea, si la ley o el reglamento fomenta conductas egoístas, tendremos ciudadanos egoístas.
- Nuestra percepción de lo que hacen los demás: si se muestran simpáticos, tendemos a serlo también nosotros; si son rudos, pagamos con la misma moneda. Aquí la responsabilidad es de todos.
- Tendemos a ser más generosos cuando nos parece que los demás pueden recibir beneficios grandes, no pequeños, de nuestra generosidad.
Los incentivos son también muy importantes. Ofrecer una compensación material para que alguien haga algo lleva consigo el mensaje de que se espera una conducta egoísta, y que esa conducta es apropiada en ese entorno; sugiere que otros, en esas mismas circunstancias, se comportarán también de manera egoísta y, finalmente, que el egoismo es beneficioso (y, claro, por eso el egoísta recibe una compensación). «Los incentivos, aclara la profesora Stout, pueden crear grandes tentaciones, que matan la conciencia«, y pone como ejemplo las remuneraciones recientes en el sector financiero. Cada uno tiene su precio, sería el mensaje: si el precio es suficientemente grande, es más probable que venda su alma.
«Apoyarse demasiado en el egoísmo de la gente puede ser una profecía que se autocumple. Tratar a la gente como si solo se preocupasen de su propio bienestar material garantiza que, efectivamente, ellos actuarán así».
Mientras la confianza no sea por complicidad … me temo que esto es lo que está pasando. El sincronismo no detecta estas diferencias, simplemente arroja cálculos matemáticos de precio y cantidad menores a los otros.
Gracias por estas entradas tan actuales. Hoy mismo he leído que somos (los peruanos) los falsificadores más perfectos de dólares. Eso es complicidad !!!
Apreciado profesor,
Nos movemos por un amplio abanico de conductas egoistas y conductas altruistas. (la proporción de cada una de ellas dependerá del escenario donde actuemos)
Un gran determinante moral que beneficia a todos es el efecto Pigmalión. Si yo hago entender a alguien que realmente confío en él, que es capaz de lograr un buen objetivo,
esta persona, si confia también en mi, se verá responsable de no decepcionarme y tendrá con ello más interés y posibilidades de éxito.
Si ya de entrada le niego esta capacidad, sin duda veremos más facilmente el fracaso. Fracaso que seguramente redundará en perjuicio de ambas partes.
De alguna manera el intentar no ser egoista y preocuparse por los demás es una forma más sana e inteligente de ser egoista.
Saludos.
Excelente publicación que llevaré a mi clases de Ética profesional en las carreras de Contador Público, Administración de Empresas y Recursos Humanos.
A propósito, cuento con una carpeta en la que archivo sus correos para instruirme en la materia y utilizarlos en su momento en la enseñanza.
Muchas gracias nuevamente y un saludo cordial,
Germán Masserdotti