Repasé hace unos días una entrada de MercatorNet de hace un par de años (aquí, en inglés). Es de George Friedman (ya le he mencionado otras veces) y se titula «Una crisis de economía política«. Mi interés se debe a mi manía de tratar de entender qué hay detrás de la crisis actual, en España y en otros muchos países. Bien lo de que es una crisis técnica o económica (subprimes, prima de riesgo, exceso de deuda, déficit público…), pero me parecía que no era suficiente. Por tanto, puede ser una crisis de modelo económico (incentivos, desregulación, maximización del valor para el accionista…) lo que, en definitiva, nos lleva a una crisis de modelo de sociedad.
Y aquí viene bien lo que afirmaba George Friedman: «la actual crisis económica se entiende mejor como una crisis de economía política», o sea, de relaciones entre economía y orden político. Una manifestación de esto es la crisis de legitimidad de la elite financiera (ya me he referido a esto en otras entradas), que fallaron espectacularmente: fueron irresponsables. Punto.
Y esto creó, según Friedman, una crisis política. La elite política no estuvo a la altura de las circunstancias, primero porque no supieron hacer frente a los problemas que se les presentaron, y segundo, porque no quisieron actuar contra la elite financiera: estaban en connivencia unos con otros. Gente a la izquierda y a la derecha, dice Friedman, ve a la clase política como fracasada: la crisis de legitimidad que señalo en el título de esta entrada. Y, en Europa, esta crisis tiene dos dimensiones añadidas. Una, la impresión de que la Unión Europea está más al servicio de los intereses financieros que de los de los ciudadanos. Y otra, que es un enfrentamiento entre Norte y Sur, con la consecuencia de que unos y otros han perdido la confianza en sus socios.
«Esta es, pues, la tercera crisis que puede aparecer, dice Friedman: que las elites han sido deslegitimadas, y que frente a ellas hay un conjunto de fuerzas divididas y hostiles, unidas en su hostilidad a las elites sin una ideología coherente entre ellas».
Mientras el anacronismo se deje ver y sentir y nos parezca que ya «alguien lo solucionará», esto no acabará.