Dalmacio Negro, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, escribió recientemente sobre «La ley de hierro de la oligarquía«. «Los gobiernos son siempre oligárquicos con independencia de las circunstancias, el talante, los deseos, las intenciones, la voluntad, las pasiones, los sentimientos y las ilusiones de los escritores políticos y, por supuesto, de lo que digan los políticos, autoengañándose o para engañar a los demás».
Tesis dura que no comparto totalmente, aunque puede ser bueno que, cuando pensamos en nuestros gobernantes, no llevemos el lirio en la mano. Recuerdo una conferencia de Enrique Fuentes Quintana, en que explicaba sus primeras impresiones cuando llegó al Consejo de Ministros (y el hecho de que fuera al principio de la Transición política no implica que ahora sea distinto, sino todo lo contrario). Venía a decir que uno esperaba que aquellas personas estuviesen ahí para servir a los intereses de la nación, y pronto se daba cuenta de que les movían, a veces, intereses de otro tipo: económicos, de clase, ideológicos, de partido… No solo económicos.
Y Negro subraya que esto se agudiza en la democracia de partidos, donde la ley de hierro está plenamente vigente -lo que le lleva a decir que esto «hace ilusorias las exigencias de que [los partidos] se democraticen internamente». Bueno, podemos intentarlo, pero hace bien Negro en recordarnos que, en esa tarea, nos enfrentamos con dificultades muy importantes.
No quiero ser pesimista. Pienso que los políticos -al menos, algunos de ellos- tienen ganas de hacer las cosas bien, de servir a los ciudadanos, de ayudar a la resolución de los problemas, de vivir la justicia… Pero no está de más un poco de escepticismo. Como dice Negro, «el meollo de la cuestión radica en cómo impedir o mitigar que los que mandan, no solo los partidos (…) se comporten oligárquicamente respecto al resto de la sociedad o sean meras correas de transmisión de los intereses, deseos y sentimientos de las oligarquías sociales». Esto, en una época de crisis, es particularmente importante.
En el caso de las leyes de Okun, la distribución (estadística) de la demanda puede intersectar a la izquierda o a la derecha del peak de la oferta o en el mismo peak. Por eso sube dos puntos mientras la otra sube uno.
Son temas estadísticos que siempre se han considerado estacionarios. Por eso un paradigma dinámico explica desde mas «arriba» la comparativa clásica. No es que esté mal, sino que hay explicaciones más amplias.
Edificante entrada profesor. Mil gracias.
La raíz de un desgobierno radica en el asincronismo que origina (que es mejor que el anacronismo, en medio de todo, ya que esto es un retroceso generalizado).
Así se puede detectar una mala decisión. Pero a veces puede ocurrir que un movimiento asincrónico, sea inevitable por un sincronismo de largo, no previsible en el corto. Es el movimiento circular en pleno realismo y no tiene porqué ser sobrenatural, ya que algoritmos de corto-largo pueden detectarlos.