El día 24 Gideon Rachman publicó en el Financial Times un comentario sobre por qué la canciller alemana Merkel no va a cambiar su política sobre Europa después de su victoria en las elecciones de su país (aquí, en inglés). A lo mejor es porque estoy de acuerdo con él, pero quiero mencionar algunas ideas suyas.
- La señora Merkel «ha redefinido las relaciones de Alemania con la UE, sobre una base nueva y más sostenible». O sea, sus acciones de los últimos años no son la respuesta a una crisis ocasional, sino un cambio de política. Pero conviene aclarar desde el principio que esto no significa que vaya a «abandonar» Europa ni el euro.
- «La canciller ha reconocido que hay algo que se llama el interés nacional de Alemania y ha dejado claro que lo va a defender. La clave de su visión es que la protección de los intereses de los ciudadanos que pagan los impuestos en Alemania no se opone a los esfuerzos por mantener viva la moneda única, sino que es una parte crucial de esa tarea». El interés nacional alemán es legítimo, al menos mientras no sea manifiestamente perjudicial para los intereses legítimos de otros países. Y la primera obligación del gobernante de un país es defender el bien común de sus ciudadanos.
- Esto no lo ven algunos –muchos, diría yo–, que se dejan llevar por otros criterios. Algunas veces son intereses personales nuestros («¡qué bien nos vendría que Alemania practicara políticas más expansivas, para mejorar nuestra competitividad y nuestras exportaciones!»), que convertimos en objetivos que ellos deberían cumplir («Alemania debería practicar esas políticas, es su deber, su obligación como líder europeo», que es otra manera de decir: «si yo necesito dinero, otro tiene obligación de dármelo»).
- Están luego los «visionarios europeístas del viejo estilo» que ven ahora la oportunidad de «cumplir el sueño máximo de los Estados Unidos de Europa«, además de «muchos economistas que argumentan que la eurozona no podrá alcanzar su estabilidad a menos que la señora Merkel cambie su política». «Es muy probable que ambos grupos, señala Rachman, se vean desilusionados». La señora Merkel «no tiene intención de ceder a los proyectos más ambiciosos (y más caros) de sus socios europeos», proyectos que implican que los ciudadanos alemanes sean más generosos con los de otros países, cosa que ella considera injusta. E insostenible, porque ese juego no tiene límite.
- Esto no quiere decir que no haya pasos que convenga seguir dando en el futuro, hacia, por ejemplo, la unión fiscal y la unión bancaria. Lo que quiero señalar es algo que ya he dicho otras veces: para negociar con alguien (Alemania, en este caso), hay que entender muy bien lo que la otra parte piensa, cuáles son sus intereses y qué le preocupa en esta negociación, y dirigir por aquí el diálogo. Empezar diciendo «tú tienes obligación de hacer esto o lo otro» es una manera fácil de concluir las negociaciones de manera prematura, echándole la culpa al otro por su cerrazón a la hora de aceptar algo que, para nosotros nos parece clarísimo –sin preguntarnos si lo es también para el otro.
Gracias por compartir su enfoque profesor. Al final el trato entre países es entre personas. Muy bueno.