Los Comentarios de la Cátedra son breves artículos que desarrollan, sin grandes pretensiones académicas, algún tema de interés y actualidad sobre Responsabilidad Social de las Empresas. Los Comentarios anteriores a enero de 2013 pueden encontrarse en la web de la Cátedra.
A menudo pensamos que la Responsabilidad Social es una cosa muy importante (y lo es, claro), de esas que se discuten en las sesiones del Consejo de Administración (y, por supuesto ha de discutirse ahí), que se atribuyen a un Departamento bien situado en el organigrama de la empresa, y que se pone de manifiesto en voluminosas memorias de sostenibilidad o, mejor aún, memorias integradas. Y que, por tanto, es propio de las grandes empresas, y no tiene lugar en las preocupaciones de las medias, pequeñas y, a menudo, minúsculas empresas que forman la gran mayoría de nuestro tejido empresarial.
Permítanme que les ofrezca otra visión que, como digo en el título, vendría a ser la versión modesta de la Responsabilidad Social. Hace unos días recibí un e-mail de Jordi Arnau, a quien conocí hace años en una reunión de un grupo de interesados en la ética empresarial –expertos, diría yo, aunque ellos evitaban ese calificativo- que desarrollaban su actividad en el Instituto de Tecnoética de la Fundación Epson, y que dio lugar a un libro, “Ética, Economía y Empresa”, que les recomiendo. El e-mail se titulaba “50 años (para mí) de la RSE”. Jordi me justificaba así el envío del mensaje:
He enviado un e-mail a la señora Esperanza Martí, Presidente, como sabes, de la Fundación Puigvert, que fue mi primer ‘jefa’ hace ahora 50 años, ni más ni menos.
Solo ‘trabajé’ unos meses con ella, pero el espíritu que se respiraba en aquel pabellón del [Hospital de] San Pablo podríamos decir que ya era RSE [Responsabilidad Social Empresarial] en todos los sentidos.
Traduzco (con cierta libertad) el mail original, que escribió en catalán:
Buenos días Sra. Esperanza,
Este año hace 50 años que yo, entonces un muchacho de 13 años, entré a trabajar a sus órdenes en el antiguo Pabellón de Urología del Hospital de Sant Pau. Estuve en su oficina haciendo fichas de ingreso con la primera máquina de escribir eléctrica que había visto en mi vida. No hacía ni una bien y gastaba más goma de borrar que nadie.
Éramos dos chicos más, los ‘botones’, y como puede comprender no pensábamos más que en jugar todo el día. Cuando nos enviaban a la farmacia [del Hospital] a buscar medicamentos, íbamos con una litera y éramos el terror de los subterráneos de los pabellones, pues usábamos la camilla como si fuera un trineo en la nieve e íbamos a mil por hora. Menos mal que era por la tarde y ya no había ningún enfermo.
No he olvidado aquel tiempo y todo lo que ustedes me enseñaron. En la atmósfera se respiraba ya el respeto a los enfermos como personas y, sobre todo, el altruismo y la entrega de todos ustedes hacia ellos y sus familias. Me acuerdo cómo usted comentaba con el Dr. Puigvert la situación económica de algunos y si le debían facturar o no, y cuánto. Cada uno pagaba según sus posibilidades .
Estos y otros ejemplos -porque es así como se aprende- y las vivencias de aquellos pocos meses se me quedaron grabados con más fuerza que los ejemplos y vivencias humanas vividas durante los últimos 50 años, hasta ahora. Y siempre he procurado actuar siguiendo su ejemplo.
Yo quería estudiar Medicina, pero la sangre me estremecía, porque era un niño. Sufría cuando llamaba algún médico para que le llevara una radiografía a los consultorios del subterráneo. Al final decidí que estudiaría psicología, porque ahí no vería sangre.
Al doctor Puigvert le he agradecido toda la vida el no fumar. Un día nos encontró a los tres chicos fumando a escondidas un cigarrillo compartido. Nos dijo que fuéramos con él al laboratorio. Allí nos enseñó dos frascos. Uno contenía un trozo como de carbón, completamente negro, y el otro como si fuera una esponja rosada.
– Esto es un trozo de pulmón de una persona que fumaba mucho y esto de una que no fumaba nada – nos dijo seriamente.
Mi padre fumaba todo el día sin parar. Yo no he fumado nunca, ni un cigarrillo, después de la lección tan corta pero efectiva del estimado Dr. Puigvert. (…).
Sra. Esperanza, sepa que no la he olvidado y siempre he seguido su trayectoria profesional y he admirado su fortaleza y dedicación a los demás .
Un saludo muy afectuoso .
Jordi Arnau Masdevall
(que venía del Colegio-Academia Cataluña del Clot)
¿Es esto un ejemplo de Responsabilidad Social? Sí, sin duda. Habla de comprensión y de cariño por las personas –por unos mozalbetes, en este caso, o sea, por unos empleados que aprendieron allí lo que significa ser buenos profesionales. También por los enfermos (los clientes, como los llamaríamos en otras empresas), a los que se trataba con dignidad y respeto, y viendo en ellos personas con sus circunstancias, hasta el punto de aplicar diferentes “políticas de precios”, en función de las posibilidades de cada uno. Sí, ya sé que la medicina es una profesión especialmente dedicada a los demás, a personas con necesidades específicas, pero, ¿acaso no son personas los clientes, usuarios y consumidores en los demás negocios? Y, ¿no tienen necesidades específicas unos y otros?
También los empleados, claro. Por supuesto, los que mandaban en aquella “empresa” no tenían obligaciones legales acerca de la propensión a fumar de sus empleados, pero… ¿no es lógico que quien tenía conocimientos y autoridad tratase de cambiar la conducta de aquellos chicos, y evitarles los problemas que, previsiblemente, tendrían si entraban alegremente en el mundo del tabaco –aunque esto no afectase directamente a su relación laboral? Esto significa no ver en el empleado una mano de obra indefinida, sino una persona, con un entorno y unas necesidades presentes y futuras? “¿Qué me importa a mí lo que hagan esos chicos? ¿Por qué tengo que meterme en sus vidas? ¡Ya aprenderán!” ¿Es eso Responsabilidad Social?
Sí: todas las empresas y toda las personas somos “responsables de nuestros impactos en la sociedad”, como dice la definición que tantas veces he mencionado en este blog. Todos podemos ser responsables y dejar nuestra huella en los demás. No es cuestión de volumen de negocio, de código de conducta, de Comité de Responsabilidad Social o de beneficios disponibles para practicar el mecenazgo o el altruismo.
Me ha gustado mucho esta entrada. Transmite cercanía, humanidad y compasión, algo tan necesario en los negocios como en otras áreas de la vida. Muy sabia su conclusión de que al fin la responsabilidad social corporativa se basa en ver a los clientes y empleados como personas humanas. Muchas gracias por estas reflexiones.
Sus entradas alegran el espíritu. Muy buenas. Gracias profesor.