Anders Aslund publica en el blog del Peterson Institute for International Economics (aquí, en inglés) una interesante entrada, publicada también en Foreign Policy, en que critica la postura de Paul Krugman sobre Europa desde el comienzo de la crisis. El resumen viene en el último párrafo: «es difícil superar la sospecha de que Krugman tiene en su cabeza los problemas de Estados Unidos cuando escribe acerca de Europa. El problema es que ambas partes del mundo son bastante diferentes». Aslund confirma una idea que yo he expresado en más de una ocasión. He aquí algunas de las ideas de Aslund; para no hacer demasiado largo este comentario, dejo otras para la segunda parte:
- Krugman trata a la zona euro como un conjunto de países con tipos de cambio fijos, sin tener en cuenta que es una unión monetaria con un sistema de pagos centralizado. «Conforme la crisis del euro avanzó, aumentaron los pagos no compensados entre países miembros», una idea que he recogido otras veces en estas páginas: fuera del euro, España habría tenido una crisis similar a la de Argentina. Aslund añade que «la mejor manera de solucionar esos desequilibrios de pagos es devolver la confianza en el sistema del euro, que es lo que el Banco Central Europeo ha hecho, especialmente desde julio de 2012″.
- Krugman siempre ha defendido la conveniencia de practicar políticas fiscales expansivas en medio de la crisis, porque, para él, el problema es siempre de insuficiente demanda; el lado de la oferta no es significativo. De ahí se deriva su recomendación de llevar a cabo un ajuste fiscal lento, alargado a lo largo de los años, porque, dice, el multiplicador fiscal es, probablemente, muy alto en el primer año de una recesión. O sea, una gran reducción del gasto público da lugar a una gran contracción del PIB y a una recesión muy grave. Aslund hace notar que esto puede ser verdad, pero que no estamos ante un problema de un año, sino, dice, ya de cinco años de duración. De modo que hay que mirar las consecuencias de una política fiscal poco contractiva a plazos más largos. Con el argumento de un solo año, nunca es un buen momento para llevar a cabo lo que llamamos políticas de austeridad.
- El problema principal de una política fiscal poco contractiva, lo mismo que la propuesta de una agresiva expansión fiscal para salir de la crisis, es que los países afectados no tienen acceso a la financiación, como muestra la experiencia de España en los últimos años. Una política fiscal expansiva lo único que conseguiría es elevar la prima de riesgo y reducir las posibilidades de financiación del gobierno. No se olvide que, además del problema del déficit público, en esos países hay también un problema de salvamento de sus bancos (aunque Aslund no lo menciona explícitamente).
- Aslund señala también otros problemas para la política fiscal. Una vez que se practica una expansión en el gasto (por ejemplo, en España en 2008 y 2009), reducirlo es mucho más difícil. Además, esos países (también España) tienen un problema estructural, no coyuntural. El déficit público no se ha producido porque la recesión haya reducido transitoriamente los ingresos, sino porque el volumen de gasto era sistemáticamente demasiado alto respecto de los ingresos que el gobierno puede recaudar (en el caso de España, vale la pena recordar que una fuente importante de ingresos fiscales, el sector inmobiliario, ha quedado fuera de juego).
- Me parece que lo que Aslund quiere señalar es que hay dos usos de la política fiscal: uno, coyuntural, cómo manipular los ingresos y gastos para evitar una recesión; otro, estructural, qué volumen de gasto público desea o puede tener un país, y qué volumen de ingresos necesita para financiarlo. Y ambos problemas están relacionados. La respuesta de Krugman es coyuntural (y, si atendemos a los demás argumentos de Aslund, equivocada), cuando los países europeos (muchos de ellos) tienen un problema estructural. Esta reflexión está pasando inadvertida en España, por el debate sobre cuánta austeridad podemos tener y cuándo saldremos de la crisis.
Ya está bien por hoy. Seguiré en otra ocasión.
Efectivamente, Krugman se sitúa en uno de los dos extremos del maniqueismo económico actual (el keynesianismo). Por esta razón, es criticado por todos los demas economístas que no son keynesianos.
Entre sus argumentos, algunos son discutibles, otros no (todo ello desde mi punto de vista, obviamente). Hay uno en el que concuerdo, y es que los países de la Eurozona tienen un sistema de cambios fijo (en concreto, el tipo de cambio fijo de España se situó en 166,386). Esto me parece evidente. No estamos en una unión monetaria y política, sino que hay una moneda única, muchas políticas económicas, y muchas políticas fiscales.
Casi todas los tipos de cambio fijo (o uniones monetarias, como cada cual quiera llamarlo) han fallado si no hay una unión política y económica. Esperemos que no sea el caso de la Eurozona, pero queda mucho trabajo por hacer.
El defender que somos una unión monetaria (en vez de tener un tipo de cambio fijo) es difícil en el caso de España:
– Nuestro peso en el Euro y en la política económica del BCE creo recordar que no llega ni al 5%.
– Sin recurrir a porcentajes (sean mínimos o insignificantes), España no sólo no manda en la política económica de la Eurozona, sino que se le está aplicando muy probablemente lo contrario de lo que le sería conveniente.
– Además, la no existencia de transferencias de rentas, la escasa movilidad geográfica, etc. ahondan la idea de que no somos una Unión.
Por lo tanto, en este punto estoy con Krugman.
Un saludo,