En el Financial Times del 2 de diciembre apareció un artículo en que se explicaba cómo algunas personas o grupos que salen ganando con la guerra en Siria están poniendo dificultades a la hora de buscar una salida al conflicto. La lista es larga: los que disfrutan de ventajas políticas o económicas porque apoyan al gobierno, empresas que han encontrado negocios nuevos (como la recogida de metales después de los bombardeos), los que llevan a cabo las escasas importaciones permitidas por el bloqueo internacional, los que operan en los mercados ilegales (el mercado negro de divisas, por ejemplo)… Y sus equivalentes en el otro lado de la batalla, por supuesto.
Casi al mismo tiempo apareció un artículo de Ricardo Hausmann (aquí, en inglés) que incide sobre el mismo tema -los que ganan y los que pierden, o mejor, solo los que ganan, en las políticas públicas), referido a Venezuela y Argentina. El comentario empieza con el control de precios: el gobierno practica políticas expansivas que generan inflación, pero los ciudadanos no quieren inflación, con lo que el gobierno controla los precios, prohibiendo las subidas de aquellos que son básicos, de modo que estos desaparecen del mercado, con lo que hay malestar en la gente, y el gobierno echa la culpa a los especuladores y traficantes, acentuando la represión… Es una historia muy conocida, pero que florece periódicamente en esos países…
Hausmann señala también otra modalidad, que se está dando también en Argentina y Venezuela. La inflación hace perder competitividad, la moneda se deprecia, esto acelera la inflación, de modo que el gobierno controla el mercado de divisas, lo que provoca la creación de un mercado paralelo, lo que distorsiona una vez más la producción y la importación… Además, el gasto público debe crecer, para tranquilizar a la población; el déficit público se suma a las presiones inflacionistas y mete al país en un círculo vicioso adicional…
«¿Por qué los países optan por esa estrategia equivocada?», se pregunta Hausmann. «Todo sistema crea ganadores y perdedores. En Argentina y Venezuela los ganadores son los que tienen acceso preferente al mercado de divisas, los que se benefician del derroche del gobierno, los que pueden recibir créditos a tipos de interés reales negativos porque las políticas expansivas lo hacen posible, los que no tienen inconveniente en hacer largas colas para poder comprar productos racionados… Estos sistemas dan lugar a creencias populares que se refuerzan a sí mismas, lo que puede explicar que países como Argentina y Venezuela transiten frecuentemente por esos mismos callejones sin salida. Como muchos negocios ganan con las rentas creadas por el racionamiento de la moneda extranjera, más que creando valor, es fácil hacer creer a la gente que los mercados no funcionan, que los emprendedores son unos especuladores y que es necesario el control del gobierno para imponer unos precios que sean ‘justos’. A menudo esto permite a los gobiernos culpar al coche, y aun a los pasajeros, de que todos estén perdidos».
Moraleja: como dice Hausmann, «todo sistema crea ganadores y perdedores». Cuando encontramos políticas que no funcionan, pero no se cambian, busquemos a los ganadores de esas políticas, para saber quién pone los palos en las ruedas. Hagan sus listas para las regulaciones bancarias, las políticas de competencia, energéticas, laborales, la financiación de los partidos, los sindicatos y las patronales, las políticas fiscales, la financiación de los gobiernos autonómicos…