¿Eres un directivo ético? ¿Sí? Vamos a hacer una prueba. Tu secretaria te dice: «le llama por teléfono el señor Tal»., y tú no quieres ponerte al teléfono. ¿Qué respondes a tu secretaria? «¿Dígale que no estoy?». Pues entonces no eres ético. Bueno, ninguno de nosotros es ético del todo y siempre; digamos que, en este caso, te ha faltado sensibilidad ética. Mejor dile: «No diga una mentira, aunque sea útil para mí; yo no tengo derecho a exigirle que sea mentirosa. Dígale que le llamaremos más tarde».
Vas a conseguir varios resultados. Uno: mejora tu cualidad moral, porque has aprendido a tener en cuenta el bien de la otra persona, en este caso, de tu secretaria. Dos: has enseñado a tu secretaria algo importante: no debe decir mentiras, ni aunque se lo pida o se lo ordene su jefe. Tres: tu secretaria valorará mucho más el trabajo que hace contigo: «con un jefe así, da gusto trabajar». Cuatro: esto se sabrá en la empresa (y perdón si supongo que tu secretaria no es demasiado discreta), y contribuirá a crear una cultura ética, y que todos participen de la satisfacción que tiene tu secretaria.
Ojo: todo esto solo vale si, de verdad, tratas de ser siempre ético en todo lo que haces -sí, ya sé que no lo conseguirás: he dicho que tratas de conseguirlo. La doblez -«mi jefe me dice que no diga mentiras por teléfono, pero luego hace cada faena…»- no es una buena estrategia.
Pero, me dices: si ya se sabe qué «el jefe no está» quiere decir que «no se quiere poner al teléfono»: una mentira blanca o piadosa. Buena excusa. Pero si quieres ser un directivo (más) ético, mejor tratas de comportate como he dicho antes. Y esto vale para otras muchas cosas. Si tratas de adaptar tu conducta a esta manera de tratar a los subordinados y colegas, habrás dado un paso adelante.
¿Que es difícil? Claro: nadie ha dicho que ser ético sea fácil. Pero es posible. Hay que echarle ganas, esfuerzo y… un poco de imaginación.
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