La ética no se aguanta por sí sola (I)

¡Oh!, ¡menuda conclusión! Sí, ya sé que es muy antigua, pero me parece que seguimos sin darnos cuenta de ella. Leí hace unos días un titular en un periódico que decía: «Las empresas deben regirse por criterios de utilidad social». De acuerdo. Pero, ¿qué significa «deben»? Porque deber no es una palabra unívoca.

Yo «debo» pagar mis impuestos, si no quiero que me pongan multas. Yo «debo» cumplir la ley, si no quiero acabar en la cárcel. Yo «debo» comer alimentos sanos, si no quiero enfermar. Yo «debo» preocuparme de mi familia, si no quiero echarles a perder y hacer de mi casa un campo de batalla…

Al final, todo ese conjunto de deberes me habla de la dinámica de mi vida. Si he de pagar multas, me empobreceré; si voy a la cárcel me sentiré enormemente frustrado; si enfermo, no podré hacer lo que quería hacer en mi vida; si mi familia es un desastre. lo pasaré muy mal… Al final, los filósofos griegos nos llevaban al concepto de felicidad: si no cumplo todo esto, no seré feliz.

Y esa sería, en el fondo, la razón última para ser ético. Si no soy ético, estaré iniciando un proceso que, a la larga, me dificultará la felicidad en mi vida. Ese es el sentido de la virtud. A veces pensamos que ser virtuoso es un rollo aburrido. Bueno, y a veces lo es. Pero es, sobre todo, una inversión: vive las virtudes y aprenderás qué es lo bueno para ti, sabrás identificar lo que te puede ayudar a ser feliz y lo que te lo dificultará, tendrás medios para saber qué tienes que hacer y, finalmente, tendrás fuerza de voluntad para ponerlo en práctica, por encima de lo que te apetece, lo que te resulta cómodo, lo que te hace quedar bien ante los demás…

Problema 1. ¿Qué es la felicidad? Problema 2: Tenemos maneras distintas de entender qué es la felicidad: ¿cuál es la buena? Solución: no empieces definiendo la felicidad: te harás viejo sin acabar de tener una idea clara. Empieza a caminar por la senda de la felicidad. Eso son las virtudes: hábitos que te permitirán asegurar que tus decisiones futuras serán mejores que las pasadas o, al menos, no peores que las pasadas.

«No me lo creo». Bueno, esperaba esta respuesta. Esta manera de entender la ética no se puede entender desde fuera. Todas las razones que te dé te resbalarán. “Para saber lo que debemos hacer hemos de hacer lo que queremos saber”, decía Aristóteles. Si no te tiras a la piscina, nunca aprenderás a ser ético.

Vale. Y esto, ¿cómo se aplica a la empresa? Lo veremos otro día.