Aprendiendo de la crisis

Me preguntaron hace unos días de El Periódico qué hemos aprendido de la crisis. El resultado fue un artículo titulado «No hay que desperdiciar una buena crisis», que apareció en el suplemento +Valor de dicho períodico, el 28 de enero. ¿Qué hemos aprendido?

  • Que no basta la teoría. Sabemos mucha teoría, que ese contacto con la realidad que da la experiencia no se puede despreciar. Moraleja: se aprende a pie de obra.
  • Y los aprendizajes pueden ser lentos. Muchos banqueros «no han aprendido» porque no quieren aprender. Y no quieren aprender porque saben que la lección no les interesa.
  • En la crisis hemos aprendido que los desequilibrios son importantes. Ya lo sabíamos, claro: inflación, déficit, deuda… Pero si los desequilibrios crecen, el problema está en la esquina.
  • Esta fue una crisis de balance: de pérdida de valor de los activos y de excesivo endeudamiento.
  • O sea, fue una crisis por no pensar en el largo plazo. Todos.
  • En el plano de la política económica, el pragmatismo es importante. No se trata de ser keynesiano o monetarista, liberal o socialista, sino de entender qué pasa y aplicar la teoría y las recetas adecuadas.
  • Por tanto, flexibilidad en las políticas.
  • Pero no en los principios. Nuestro problema ha sido que hemos olvidado los principios, quizás porque no nos los creímos, o porque pensábamos que podíamos prescindir de ellos, o porque los ideologizamos y politizamos…

5 thoughts on “Aprendiendo de la crisis

  1. Es muy difícil comentar en unos pocos párrafos un tema como el de este blog. Sería necesario un volumen de muchas páginas para poder comenzar siquiera a analizarlo. Un artículo en un periódico, o unos párrafos en un blog a la fuerza tratan los temas de una manera breve y, en muchas ocasiones, solamente fijándose en algún aspecto de los muchos que se pudieran considerar (a mí también me sucede, dicho sea de paso).
    En cualquier caso, los párrafos del blog son muy genéricos, quizá demasiado. Este es un tema muy conflictivo. Hay una élites políticas y económicas que tienen un porcentaje de la responsabilidad muy importante en esta crisis, mientras que los sufridores son los ciudadanos en general. Las élites siguen en muchos casos en sus puestos con sus grandes sueldos, e incluso en su casa prejubilado con indemnizaciones millonarias, en España y en el extranjero. Y en esta entrada del blog no se dice nada de esto. ¡Algo se debería decir!, aunque no sea políticamente correcto (es correcto desde el punto de vista de los hechos, y con esto basta para decirlo).
    No todos somos los culpables. Yo no puse los tipos de interés en mínimos históricos durante muchos años, ni expandí las cajas de ahorros a territorios que no conocían, ni aprobé ninguno de los miles de préstamos hipotecarios fallidos, ni creé las hipotecas basura, ni hice la unión monetaria europea sin existir casi ningún tipo de unión política y/o económica antes, ni me apalanqué hasta límites insospechados, etc. etc. etc. etc. etc. etc.
    A este respecto, se puede consultar, por ejemplo, el artículo de Martin Wolf en el Financial Times de hace un par de semanas (o mi libro “El ABC de la crisis”, Editorial Everest; perdón por la autocita).

  2. En el mundo científico, cuando la realidad prueba que los resultados obtenidos no son aceptables a la luz de la teoría vigente, se revisa con toda urgencia para que no siga induciendo a errores en el futuro.

    En España, la que ahora llamamos locura del crecimiento descontrolado de la construcción y sus precios, fue posible, por una parte, porque los inversores extranjeros sabían que no podía haber devaluación y por otra, porque muchos creían que el mercado se autorregularía. Hoy sabemos que quienes más han sufrido el coste del error colectivo son los pequeños ahorradores que SE ESFORZARON por adquirir una vivienda, hoy perdida, creyendo que era lo meritorio, lo correcto. Creyendo que ahorrar para invertir es lo aconsejable.

    Por si fuera poco, ahora se les acusa de haber pretendido vivir por encima de sus posibilidades, cuando antes se les animaba a seguir invirtiendo todos sus ahorros en una ,vivienda sin que ellos pudieran imaginar que un día se caería la economía y perderían su empleo.

    Sin embargo no he visto el menor signo de que los que se enriquecieron incentivando este despropósito estén dispuestos, no ya a reparar el daño hecho, si no, ni siquiera a reconocer su contribución a dolor creado y tomar medidas eficaces en los controles de los mercados para reducir el riesgo de la aparición de burbujas tan rentables para unos pocos. Ahora, dicen , se trata de mirar para adelante, en lugar de analizar lo ocurrido para poner puertas al mercado en un intento de dificultar los abusos a menudo inducidos por unos pocos.

    Y de los pobres que ya no tienen ni fuerza para poder mirar , ¿ que hacemos con ellos ?.¿ Dónde está la ética y el sentido de la responsabilidad de grandes impulsores del fracaso colectivo?

  3. Esta fue una crisis de pérdida de valor de los activos de los bancos y de excesivo endeudamiento del balance pasivo de las empresas. Ahora, una flexibilidad en las políticas, observo una política presupuestaria errática, una política fiscal lenta y una política monetaria restrictiva. Espero que la flexibilidad sea lo contrario mi opinión.-

  4. Confundimos los principios de la sociedad dignidad de la persona, bien común, solidaridad, subsidiaridad y aplicamos los del mercado. Terminamos transformando la sociedad libre en un Gran Mercado donde todos tienen su precio. Tal vez podemos hacer que la economía vuelva su sitio de servidora de la sociedad, no tan autónoma. Parece de sentido común.

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