Hace unos días participé en una reunión de AEDOS, la Asocíación para el Estudio de la Doctrina Social de la Iglesia, para comentar la reciente Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco. La reunión fue muy interesante, con críticos y defensores de las propuestas económicas de Francisco. No voy a comentarlas aquí; me parece que merecen más espacio. Pero sí quiero hacer un par de aportaciones sobre lo que dijeron algunos colegas, liberales como yo.
Una idea, que no es la primera vez que aparece a propósito de las ideas económicas de este Papa y de sus antecesores, es que la libertad económica (el liberalismo, en definitiva) ha dado resultados mucho mejores que las demás alternativas, sean las políticas comunistas, los diversos socialismos, los feudalismos, etc. Estoy de acuerdo, completamente de acuerdo. Pero… me parece que este argumento no le convencerá a Francisco. Ni a algunos liberales. Ni a mí.
Cuando se ponen en marcha mercados libres, con instituciones adecuadas y políticas que protegen la libertad, la competencia y la eficiencia, todo mejora. Los defensores del libre mercado tienen razón. Pero los seres humanos aprendemos, de nuestras propias acciones y de las de los demás. Y cuando veo que hay libertad en los mercados, verdadera libertad, con beneficios para todos, quizás me pregunte: ¿podría yo aprovecharme un poco de esa libertad? Una ventaja fiscal, un poco de protección a mi sector, alguna traba a mis competidores… Me dirá el lector que, claro, ya no estamos en el libre mercado, sino en el aprovechamiento del poder del Estado. Bien, pero la iniciativa puede estar en la libre empresa (que ya no quiere ser tan libre) o en los políticos (que también participan de los beneficios de la menor libertad de mercado).
El libre mercado es, estáticamente, el mejor sistema posible para conseguir la eficiencia económica (no para conseguir otras cosas, claro, pero este no es el lugar para discutir esto). Pero la situación no es estática, sino dinámica. Las condiciones del óptimo cambian a lo largo del tiempo, por los aprendizajes mencionados. La tesis completa debería ser algo así como: el libre mercado es el mejor sistema posible, si se cumplen las condiciones de estabilidad a largo plazo del sistema, es decir, si no se producen aprendizajes que desvíen la trayectoria de su óptimo. Y esas condiciones no las dicta el mercado, sino que están más allá. Tampoco las dicta el Estado, que está sujeto a los mismos o peores aprendizajes. Vienen dadas por la ética y la antropología. Si no sabemos de qué pie cojeamos los seres humanos, nuestros sistemas, por óptimos que sean, acabarán en el fracaso. Con otras palabras, las instituciones y las leyes pueden tener rendimientos decrecientes, precisamente por esos aprendizajes.
El Papa Francisco no sé si entiende mucho de sistemas económicos, pero me parece que sí entiende mucho de seres humanos. Y, claro, se ha dado cuenta de que, detrás del libre mercado, se nos han colado proposiciones económicas, con fundamentos antropológicos y morales, que acaban separándonos del óptimo, como la idea de que las empresas deben maximizar sus beneficios, definidos por el valor de sus acciones en bolsa. Idea inocua para un economista, pero vía de entrada de los aprendizajes negativos mencionados antes.
He titulado esta entrada «defensa liberal», porque la solución no está, claro, en el Estado, como ya he dicho. Los comunistas e intervencionistas no tienen nada que aportar a esto.
Böckenförde: “market Economy lives by prerequisites which it cannot guarantee itself”.
Don Antonio:
Creo que una conclusión que se puede derivar de su comentario es que los economistas y los administradores de empresa deben necesariamente complementar su formación técnica con una muy sólida formación antropológica. De esta manera estarán vacunados contra el virus del liberalismo que muchas veces los lleva a actuaciones dañinas desde el punto de vista humano y social.
Esto partiendo de la base de que el socialismo, incluyendo estado de bienestar y todo tipo de intervencionsimo estatal, son enfoques que impiden la eficiente asignación de los recursos, por lo que no constituyen uan solución a los problemas derivados del liberalismo económico.
La Iglesia lleva escribiendo su Doctrina Social más de 100 años (¿fue 1889 cuando se publicó la primera encíclica sobre estas cuestiones sociales?).
A través de todas sus encíclicas se puede leer una crítica del comunismo y del liberalismo, correspondiéndole a cada cual unos comentarios diferentes.
Por supuesto, el liberalismo (o más bien «capitalismo», que es el sistema económico; «liberalismo» tiene muchos significados que además han ido cambiando a lo largo de la historia) tiene sus críticas, muy fundamentadas. Una es, por ejemplo, que muchas veces confunde poniendo al hombre de medio e instrumento, en vez de fin.
Cada una de las encíclicas es una delicia leerlas. Animo a cualquiera a hacerlo. Muchos se llevarán una sorpresa.
Incluso, los de tendencias comunistas e intervencionistas, encontrarán críticas que pueden incorporar a sus argumentaciones contra el capitalismo. De hecho, la Iglesia tuvo sus similitudes con el socialismo en su primera etapa.