Leo en un medio de comunicación español un titular que dice: «Piden una vuelta de tuerca de la reforma laboral…». Como si fuera un potro de tortura. Luego el texto es más moderado, claro, pero la impresión del lector es, probablemente, que eso de las reformas es un castigo, un acto de sadismo encaminado a perjudicar a algunos, en nombre de no se sabe qué principios o, peor aún, para beneficiar a otros.
Protesto contra esa interpretación. Las reformas son una necesidad, no un medida de castigo. La reforma laboral consiste en corregir los defectos que, año tras año, se han ido acumulando en nuestro mercado de trabajo, frenando el crecimiento, impidiendo la creación de empleo, marginando a los jóvenes, creando un mercado dual y dificultando los equilibrios de la economía española.
Naturalmente, las reformas crean costes para algunos y ventajas para otros, pero no son una «vuelta de tuerca». Si no tenemos esto en cuenta, estamos dificultando la solución de nuestros problemas que, al final, nos hundirán a todos.
El pensamiento humano descansa en gran parte en las analogías. Quien domina las analogías domina el pensamiento. El pensamiento es un gran arma de persuasión. Las analogías antimercado pueblan el paisaje. La que muestra el profesor Argandoña es una más entre miles.
¿Qué contra-analogía se le ocurre a usted en vez de la vuelta de tuerca de la reforma laboral?
A mí, así a botepronto, cinco:
– La reforma laboral reduce la altura de la barrera de entrada al trabajo para jóvenes, madres solteras y emigrantes.
– La reformal laboral es un soplo de aire fresco en el enrarecido aire de los contratos laboreles en España.
– La reforma laboral es el bote salvavidas de la economía española.
– España se pone a la altura de los países más libres y prósperos con la reforma laboral.
– El amor en las empresas y en las relaciones personales es fruto de la libertad. ¡Por el divorcio express en las relaciones laborales!
¡Bien! Me gusta lo de proponer contra-analogías. Algún día hablaremos de algo muy importante: cómo manejarse en el complejo mundo del debate público e ideológico, donde no se airean argumentos racionales, sino sentimientos, emociones, lugares comunes, analogías…
Podría interpretarse así. Como dice el profesor Polo en AT2: «La justicia es un hábito imprescindible porque la voluntad humana tiende naturalmente al bien, pero no tiende naturalmente al bien de los demás», es decir, en lo más alto de la esencia (y más para algunos, porque la generosidad lleva a un hábito superior: el de los primeros principios) la economía puede ser una tortura para los que no poseen esa virtud. Gracias.