Me gustó, como casi siempre, el artículo de Carlos M. Canals en el suplemento Catalunya de Expansión del día 21 de febrero, con el título que utilizo también yo. «En casi todos los ámbitos de la actividad humana -dice-, muchas personas dejan de ver como un simple rival -como se dice en términos deportivos- a quien piensa o actúa en contra de sus ideas o intereses personales. Cegados por el odio, pasan a considerar a su adversario como su enemigo. Empiezan a sucumbir así al fanatismo. Dando un paso más, le suponen un enemigo al que vencer es más que insuficiente: hay que destrozarlo, masacrarlo. Ya no se le presume una persona humana en cuyas actuaciones conviven -como en cada uno de nosotros- virtudes y defectos. Se cree que encarna la maldad: se le demoniza. Y en la lucha contra el demonio vale todo».
¿Exagerado? No, para cualquiera que lea los periódicos, vea la televisión, escuche la radio o entre en webs sociales. En todo caso, es una falta de justicia, y un obstáculo importante al diálogo, quizás precisamente porque nosotros nos sentimos débiles en ese diálogo, de modo que preferimos lo que dice Canals, destruir al enemigo, para no encontrarnos con las debilidades de nuestras propias ideas, posiciones o acciones. Y, claro, así nunca aprenderemos. Y cada vez necesitaremos ser más duros con el «enemigo». Y acabaremos con la polarización, no solo política, sino ciudadana, a la que me refería en una entrada reciente.
Es bueno que, cuando nos enfrentamos a alguien que no piensa como nosotros, nos preguntemos: ¿por qué piensa así? ¿Qué tiene en la cabeza? Me acuerdo de un chiste del The Newyorker que se reprodujo en todas las crisis financieras desde principios del siglo XX: dos personas en un rascacielos ven cómo otra está cayendo desde más arriba, y una dice: «Es Fulano. ¿Qué sabrá él que no sabemos nosotros?». Bueno, ese es el principio de la sabiduría, según acabo de enunciar…
Completamente de acuerdo! Tendemos a demonizar a nuestro «adversario» cuando en este mundo todo sería mas fácil si tendiéramos la mano a nuestro enemigo…
Un saludo
Injusticias que traspasan todos los niveles humanos de convivencia y se reflejan lógicamente, en el numerario. Siendo ese nivel, el más bajo de la justicia y casi el único que se puede medir con precisión (los otros no porque dependen del desarrollo manifestativo personal) se hace incorrectamente por desconocer el origen de la matemática y sus paradojas (tipo Gödel), Una entrada de amplio espectro muy apropiada y actual, como siempre.