Iba a escribir, «Por favor, cuéntenos un cuento», pero me corregí, porque esto último puede sonar a «díganos una mentira». Y no, no quiero que nos digan mentiras, sino que nos digan eso: «a dónde vamos». Mi mensaje va dirigido a los políticos (europeos, autonómicos, locales… a todos), y probablemente también a otras instancias. No a todas, claro: hay mucha gente que sabe a dónde va. Y lo dice. Y entonces se crea confianza a su alrededor. No hace falta que todos estemos de acuerdo acerca de a dónde vamos: por ahora, lo único que pido es que alguien nos diga a dónde nos quieren llevar. Si no me gusta, ya procuraré bajarme del autobús en la próxima parada.
Bueno, voy a ser un poco más explícito. Imagínese a alguien que manda en un país, que sale a la tele y nos dice algo así como: miren ustedes, el país tiene problemas, ya lo sé. Les voy a decir qué problemas me parecen más importantes y por qué (por cierto: ¿alguien nos ha contado esto en el pasado?), y luego les voy a contar mi diagnóstico, las causas de nuestros males -y nos las cuenta. Ustedes estarán preguntándose qué medidas vamos a tomar para resolverlos, pero no se lo voy a decir. No por ahora; dentro de un rato, sí. Porque antes les tengo que explicar a dónde quiero llevarles. Y entonces, nos cuenta «el cuento» a que me refería antes. O sea: cuáles son los objetivos de la política que vamos a seguir; cuál es nuestro ideal, nuestra utopía. Muy importante: cuáles son las prioridades (primero, los que no tienen qué comer; segundo, la creación de empleo; tercero, la igualdad de oportunidades… ¡lo que quieran! Pero que se lo crean y que nos lo cuenten con claridad).
Y para hacer todo esto, sigue el discurso de nuestro político, vamos a adoptar las siguientes políticas. Y nos cuenta otro «cuento», pero de verdad: medidas útiles para resolver aquellos problemas y llevarnos al paraíso al que aspiramos. Y luego nos cuenta que esto llevará tiempo, que habrá que tener paciencia; que habrá que hacer sacrificios (sí, más todavía); que algunos tendrán que hacer más esfuerzos, para que otros no tengan que hacerlos en peores condiciones (a eso se le llama solidaridad, por si alguien no lo sabía)… Y acabaría diciendo algo así como: ese es el lugar a donde vamos; si no les gusta, habrá elecciones dentro de tantos meses o años, pero, por favor, cuando alguien les ofrezca otro paraíso mejor, que les explique cómo piensa llegar allí, cuáles son las acciones necesarias, cuáles son los costes y cuánto tardaremos. No se dejen engañar: les contarán muchos cuentos, pero ninguno tan bueno como el mío.
Sí, ya lo sé: no tenemos políticos de estos. Quizás porque tienen muy claro a dónde quieren ir: a ganar las próximas elecciones. Pero los ciudadanos queremos algo más. Los filósofos políticos nos cuentan hoy en día que esto no es posible: que cada ciudadano tiene sus propios fines personales, que no hay acuerdo posible entre ellos, y que nunca conseguiremos recuperar algo así como una utopía común. Gracias por la observación, pero no me la creo, porque ese argumento nos lleva al caos. Por favor: ¿hay alguien por ahí tan amable como para decirnos a dónde nos quieren llevar? Pero bien contado, ¡eh! Y poniendo su cargo a disposición de los ciudadanos si luego nos lleva por la carretera equivocada.
Creo que pones el dedo en la llaga del sistema político en general, en todos los países sucede algo similar, parece que ninguno tiene claro y van aventando la pelota hacia adelante y ellos pasándose de un trampolín a otro. También sucede que prometen lo que no les toca decidir. En México decimos que no tiene la culpa el indio, sino el que lo hizo compadre, por eso ayuda tu comentario, nosotros somos los que hemos aceptado implícitamente que sean así y nosotros tenemos que cambiar las reglas del juego.
Apreciado Antonio, muy buena reflexión. Algunos ya hemos bajado en la parada anterior para coger otro tren u otro avión para irnos lejos de los nuestros, sacrificando esa cercanía para ir por una senda nueva, con los pies en el suelo paso a paso, pero sabiendo adonde ir,porque el único camino lo haces tu mismo y el planeta es muy grande para elegir. España es ya un país para vivir, y disfrutar pero no para hacer negocios de verdad ni para un trabajo que te haga crecer.Hay otros países donde el crecimiento es alegria, y eso realmente te impulsa anímicamente y profesionalmente, a pesar de lo duro de estar fuera, paso a paso hacemos camino a ese paraíso, con «nuestro» cuento personal, no el político simple distribuidor de recursos.