El fracaso de la política ante la crisis actual está en la boca de todos. No todo es fracaso, claro, pero sí hay mucho, mucho fracaso. Detrás de él, me parece, está el fracaso de la sociedad civil (y no me pregunte el lector qué es eso de la sociedad civil, porque no tengo demasido tiempo para explicarlo). Cuando los políticos están perdidos, su discurso es confuso, sus promesas son poco creíbles, falta coherencia en sus planes, y no acaban de conectar con los ciudadanos, más allá de promesas que, a menudo, no podrán cumplir.
Por eso me parece que la sociedad civil debe tener un papel importante en la salida de la crisis, no elaborando políticas, pero sí creando estados de opinión, ofreciendo marcos de actuación, abriendo la sociedad al diálogo, templando gaitas… Pero, ya lo he dicho antes, me parece que la sociedad civil no está a la altura, una altura que, me parece, alcanzó en los años de la transición a la democracia. Es verdad que ha llovido mucho desde entonces, pero no deja de ser una pena.
Estas reflexiones me venían a la cabeza cuando leía el Expansión del 20 de marzo una corta noticia titulada «Alfaro: Las patronales viven una decadencia resignada». Hilario Alfaro es candidato a la presidencia de la patronal madrileña CEIM. No quiero entrar en los argumentos del candidato; sí que me parece que las patronales han mostrado escasa capacidad de liderazgo, unas voces muy silenciosas, la defensa a ultranza de intereses gremiales... Y los sindicatos también. En pocos días han vuelto a aparecer noticias sobre la implicación de personas conectadas con las patronales y los sindicatos en problemas de corrupción en la financiación de actividades de formación para parados y en los EREs de Andalucía. Y lo que me llama más la atención es que los demás socios se encogen de hombros.
Probablemente es verdad que tenemos la sociedad civil que nos merecemos; que si no está más viva es porque los ciudadanos tampoco estamos muy vivos; que se ha desarrollado demasiado una mentalidad de sobrevivir cada uno y olvidarse de los demás; que los medios de comunicación no ayudan a superar esa atonía… Vale, pero la salida de la crisis exige algo más, mucho más, de los que deberían adoptar posiciones de liderazgo: en las patronales, en los sindicatos (ambas instituciones necesitan una reforma), en las universidades, en muchas asociaciones, en los medios de comunicación… A lo mejor hay que esperar que aparezca una nueva generación de líderes.
¿Y si resultara que todo es bastante mas sencillo de explicar aunque difícil de resolver, especialmente si no se quiere aceptar el diagnóstico?. Hubo unas épocas en que los emprendedores soñaban con crear bienestar para las personas de su entorno, en crear riqueza y colaborar en el bienestar de sus conciudadanos de forma que se enriquecían ( o no ) como resultado de su ilusión creativa. Es decir , se hacían ricos como consecuencia, no como objetivo. Hoy me temo que demasiados que sólo pretenden enriquecerse ( pelotazos especulativos ) incluso si, para ello, hay crear alguna riqueza, pero esto es marginal. No es su objetivo.
Claro, José M. De acuerdo.
Una nueva generación de líderes, o una nueva generación de instituciones?
Así como en Francia los principios de funcionamiento institucionales son los mismos desde 1789, (y son aceptados por todos los partidos políticos), cuales son los principios de funcionamiento de nuestras instituciones?
Aparecería la «Fraternité» dentro de estos principios básicos?
La masonería ha hecho un «buen» trabajo. Hay que reconocerlo.
Mientras hablamos de economía y de ética, siguen matando a los nuestros con miles de abortos diarios.
¿Qué narices importa todo lo demás?