Leí ayer, y no me acuerdo dónde (deben ser los años) un comentario de alguien que decía: ¿por qué preocuparse tanto de Ucrania? Es un país pequeño, pobre, que no va a aportar nada a la Unión Europea, que no nos va ni nos viene… ¿Qué más da que se separe Crimea y que se la queden los rusos?
Y me acordé de un viejo chiste (¿o era algo real?): en un periódico se daba la noticia de un accidente de ferrocarril y se concluía: afortunadamente, todas las víctimas viajaban en tercera clase. Claro: ¿qué nos importan unos ciudadanos pobres?
Vuelvo al título de esta entrada: los principios son importantes; descuidarlos implica desmontar las bases de nuestra sociedad. Si hacemos un análisis coste-beneficio de cada acción, llegaremos a la conclusión de que Ucrania es irrelevante para nosotros. Pero vamos aprendiendo a despreocuparnos de los demás: primero, de los ciudadanos de un país remoto y pobre; luego, de las ciudadanos pobres de nuestro país; luego…