Los gobiernos fuertemente endeudados han recurrido siempre a la misma estrategia: la inflación. Supongamos que usted debe 100 euros que ha de pagar dentro de un año con un tipo de interés del 3%. Llegado el momento, si la inflación es del 5%, usted entregará 103 euros, cuyo poder adquisitivo será solo de 98 euros: el acreedor habrá perdido 2 euros. Usted no puede provocar inflación, pero su gobierno, o el banco central de su país, sí. Y lo intentan.
Y si no lo consiguen, practican lo que es el último grito de la política monetaria: el quantitative easing y el forward guidance: compran deuda pública en grandes cantidades, para reducir el tipo de interés, y manifiestan su voluntad de mantener bajos los tipos de interés durante mucho tiempo. Con esto consiguen dos cosas: reanimar la demanda interna y abaratar la deuda. Y esto lo mantendrán hasta que la inflación vuelva a aumentar, es decir, hasta que puedan volver a emplear la vieja estrategia explicada antes.
Con una ética consecuencialista, esto parece una buena solución: los ahorradores sufren pérdidas, pero los acreedores salen ganando, y el país soluciona pronto sus problemas. Hay más ganadores que perdedores, luego esto debe ser bueno, ¿no? Pero con una ética más objetiva, el resultado no es tan claro. Entre los ganadores están las instituciones financieras, que en su día crearon el exceso de deuda, y que han sido salvadas con fondos de los ciudadanos. Y entre los perdedores están muchos ahorradores, como las familias que intentan acumular una pensión para la jubilación. ¿Es esto justo? ¿Puede un gobierno o un banco central olvidarse de los argumentos éticos, a la hora de manipular el dinero?
Estimado Antonio,
Estoy convencida que la inflación no es necesariamente mala si no es galopante. Perjudica al ahorrador, pero beneficia a la creación de empleo y a la economía general. Nuestro problema está más en el estancamiento del nivel de precios. Interesante: La inflación es una salida . El artículo es algo antiguo pero la mayoría de los argumentos se mantienen.
Todas esas estrategias se amparan en ciclos anuales. Esas exigencias de sincronización distorsionan, a veces, enormemente las cifras por no utilizar matemáticas sincrónicas (co-contra-variantes). Los ciclos anuales no son los reales, sino que deben sincronizarse con los ciclos de bienes-servicios producidos. Los costos unitarios (precios), dinero incluido, no reflejan los números de la economía por estar distorsionados (anualizados). Gracias por esta entrada en nombre de todos los «depredados».