No me acuerdo quién dijo aquello de «hemos encontrado al enemigo… y somos nosotros» (bueno, en la época de Internet se puede encontrar todo: fue Walt Kelly). Leí hace unos días en Spiked una entrada sobre el desastre del ferry Sewol de Corea del Sur, donde murieron cientos de pasajeros por la incompetencia del capitán y del novato oficial que gobernaba el barco en un paso marítimo que no era fácil. Como es lógico, la prensa nacional se lanzó sobre la búsqueda de culpables. Y también la prensa extranjera.
Este es un juego muy frecuente en los medios de comunicación. Puede tener orígenes históricos: en determinadas culturas, el perdón no figura en el listado de las virtudes personales y sociales. Y también hay razones económicas: la existencia de un culpable permite conseguir compensaciones económicas, porque todo el mundo tiene ahora un seguro «por si acaso»; y si no lo tiene, pagará el Estado.
Spiked señaló que la prensa inrternacional se ababalanzó sobre la «cultura nacional»: la sociedad jerárquica, el respeto de los jóvenes a los ancianos, la actitud de no cuestionar la autoridad… todo esto debió provocar que los niños atrapados en el barco no saltasen a las aguas a tiempo… (por supuesto, los que proponen esta solución no sabrían qué hacer en unas aguas heladas en la que la supervivencia depende de que alguien te rescate en unos pocos minutos).
No es la cultura coreana, claro. Aquí tambien criticamos a todo el mundo cuando hay un accidente de trenes o de automóviles: alguien debía haber hecho algo. El azar no existe: nuestra sociedad exige que todo esté previsto, controlado y supervisado. Los economistas decimos que la seguridad es un bien de lujo, que quiere decir que su demanda crece con el nivel de vida. Recuerdo el comentario de un colega que viajó a Boston hace ya bastantes años. ¿De qué se habla allí, le pregunté? Están muy preocupados porque las vibraciones de una autopista próxima pueden deteriorar su sistema de aguas fecales y contaminar sus jardines…
Perdón si mi entrada de hoy resulta demasiado negativa. Añadiré algunos detalles positivos. Uno: no juzguemos sin tener la información suficiente (cosa que en el caso del ferry de Corea no se produjo, desde luego). Otro: un sencillo análisis coste-beneficio muestra que no compensa protegerse de todos los daños posibles; por tanto, no pidamos a la sociedad unos esfuerzos que no puede pagar, simplemente para proteger nuestra seguridad más allá de lo que es razonable. Tres: ampliemos nuestro campo de intereses para incluir las necesidades de otras personas, de tal manera que la preocupación por el estado de nuestro jardín no pase por delante del hambre de millones de seres humanos, que son nuestros hermanos (aunque nosotros no lo queramos reconocer). Y cuatro: no me diga usted que no puede hacer nada; en el caso del ferry, por supuesto, usted no puede hacer nada, pero… ¿se ha acercado por algún comedor de caridad últimamente, a la hora en que acuden los indigentes? Como decía el anuncio, hay uno muy cerca de su casa.
Estimado Antonio, me conmueve tu entrada de hoy, creo que es una buena reflexión para todos y una llamada de atención, sobre las cosas que cada uno en función de nuestras posibilidades, podríamos realizar y que redundaría en el bien de los demás y en el nuestro propio.
Saludos,