El pasado día 5 publiqué en El Periódico un articulo titulado «¿Qué ha cambiado en la economía?», en el que trataba de explicar, de forma muy resumida e incompleta, los cambios que nosotros, los profesores y los supuestos «expertos» hemos experimentado en nuestra manera de entender la situación y de explicarla. Quede claro lo que ya he dicho otras veces: las personas aprendemos, y también los economistas aprendemos (aunque a veces no lo parezca), de modo que siempre está abierto el periodo de aprendizaje.
Las crisis tienen muchos elementos comunes, de modo que, como ya he explicado en otras ocasiones, vista una se han visto todas, al menos en líneas generales. Pero los detalles cambian, y mucho. Por ejemplo, ahora los balances son muy importantes: no se entiende la crisis actual sin tener en cuenta el endeudamiento de las familias, empresas, bancos y gobiernos, o la insuficiencia de capital de las instituciones financieras.
La política monetaria ha cambiado mucho. Antes solo se ocupaba de la inflación; ahora incluye también el empleo y el crecimiento. Más aún, ahora se tiene que ocupar de la solvencia de los bancos, cosa que antes podía darse por supuesta. Esto significa que ahora las autoridades monetarias tienen que luchar en varios frentes: inflación, empleo y estabilidad financiera, por lo menos. Y han cambiado los instrumentos: cuando yo era «joven», el instrumento era la cantidad de dinero; luego fueron los tipos de interés del Banco Central, ahora hay que añadir las intervenciones directas en los mercados, la generación de grandes cantidades de liquidez para los bancos y la garantía de unos tipos de interés bajos durante mucho tiempo. Y todavía no sabemos qué pasa con todo esto al cabo de los años.
Los tipos de cambio han variado menos; seguimos discutiendo entre los sistemas de tipos fijos y flexibles y unas cuantas situaciones intermedias. Y el mercado de trabajo no ha cambiado su manera de entender los problemas, ni tiene ahora soluciones muy distintas de las de, digamos, hace quince años. Pero, eso sí, las reformas deben ocupar un lugar central en las explicaciones de la crisis -y de la salida de la crisis. No existe «el» mercado de trabajo, hay tantos submercados como sistemas de regulación y cultura.