Traduzco libremente un trozo de una breve carta de un lector del Financial Times publicada el día 28 de junio, titulada «A estas alturas, no sabemos quién reconstruyó la catedral de Chartres«:
«Citando una vieja historia sobre la catedral de Chartres, que fue incendiada por un rayo y que quedó completamente destruida, [ingmar] Bergman [el director de la película «El séptimo sello»] contó que se formó una larga procesión de albañiles, artistas, trabajadores, nobles y clérigos que llegaron para reconstruir la catedral. Todos ellos permanecieron en el anonimato, dice Bergman, de modo que hoy no sabemos quién reconstruyó la catedral». Y continúa el autor de la carta, Nuch Nazeer, citando al cienasta: «Si me preguntan cuál es el propósito de mis películas (…) diría que quiero ser uno de los artistas de la catedral… Quiero esculpir una cabeza de dragón, un ángel, un demonio… no importa cuál: es la satisfacción misma la que cuenta… Yo habría contribuido a la creación colectiva de la catedral».
Propongo al lector ese mismo espíritu. A veces no quedará otro remedio que poner nuestra firma en la piedra que hemos tallado. Pero el espíritu debe ser ese: que no nos puedan dar las gracias, porque, simplemente, hemos contribuido a reedificar una catedral. Y no me digan que esto no se lleva ahora: tampoco se llevaba cuando lo del incendio.
Supongo que de manera coherente, asumiremos que los propietarios no pueden arrogarse la exclusiva decisión de vender la catedral a quien les de la gana.
Y si vender una catedral, a quien sea, estaría mal…y está mal, convengamos que vender una empresa de cualquier manera ….está mal.
En el Perú hay un protagonismo similar de tres millones de personas que cada año salen en procesión por las calles de Lima. El número crece cada día pero lo que quiero destacar es un efecto al revés del de la catedral. Hace unos pocos años dos o tres, se propagó en un video que un vecino país estaba destinado a ser hegemónico en sudamérica por el «atraso» de otros y, en el vídeo, se mostraba la procesión que menciono. Lo más inaudito de todo esto es que ese culto proviene porque gracias a él, se terminaron los grandes terremotos en Lima y al contrario, fue justo a los tres meses del video que empezaron una serie de temblores y erupción de volcanes en el sur del Perú. Curiosa pero extremada coicidencia. Para los interesados, este culto ya existe en casi todos los paises del mundo, Japón entre ellos y en España, en muchas ciudades donde pueden comerse los tradicionales turrones de Doña Pepa (una morena de las que sahumerizaba al Cristo morado en su época). No es una leyenda, pueden ir a la parroquia de su barrio y constatarlo.