En algunas entradas anteriores he pasado revista a los cambios que se han producido en el mundo de las finanzas en las últimas décadas, que parecen estar en el fondo de nuevas maneras de ver las realidades financieras que, a su vez, explican algunas de las conductas que hemos podido observar en la crisis financiera reciente. Es verdad que algunos de esos cambios se vienen produciendo desde hace décadas, y quizás por ello hemos podido observar sus efectos también en crisis anteriores.
En la última entrada llegamos al punto en el que aparecen nuevas maneras de entender la función financiera y la misma consideración de la riqueza –dando lugar a lo que Paul H. Dembinski llama la tiranía de las finanzas. Y esto tiene repercusiones en otros aspectos de la actividad económica. Por ejemplo, en el mundo de la empresa, a la que ya prestamos atención con motivo del papel de la maximización del valor.
La “financialización” de la empresa supone entenderla como un conjunto de activos, no necesariamente conectados entre sí, es decir, carentes de coherencia interna. El resultado económico deja de ser relevante, delante del financiero. No importa qué se produce y qué se vende; las decisiones de producción son decisiones de rendimiento y riesgo (recuérdese que Enron empezó vendiendo gas y acabó vendiendo cualquier producto financiero del que podía obtener una rentabilidad). La tarea de la dirección es la de comprar o vender partes, en función de su rentabilidad esperada, independientemente de que esto proporcione expectativas de beneficio a largo plazo o no, porque lo único que interesa es el valor inmediato de ese patrimonio en el mercado de valores. El largo plazo no existe; no tiene sentido esperar que una inversión se afiance y crezca. El capital no viene para quedarse.
Las consecuencias de ello en la gestión de las empresas son visibles -y preocupantes. El apalancamiento es muy alto, para maximizar la rentabilidad a corto plazo del capital; el riesgo no es relevante, porque los inversores venderán en un plazo muy breve. La rentabilidad procederá, en buena medida, de la reducción de los costes laborales, de la reestructuración (eliminación de todo lo que inmovilice capital), de la desinversión y de la distribución del capital, de la explotación de la cadena de suministro y del reparto de dividendos.
Y aún hay un área más en la que la financialización tiene su impacto: la del trabajo. El empleado es una cartera de activos (capacidades, experiencia, capital humano…), que las empresas tratan de explotar, limitando la capacidad del empleado para llevarse su “cartera” a otro lugar en el que pueda obtener una rentabilidad mayor. La carrera profesional es una secuencia de empleos, en los que el trabajador trata de maximizar su rentabilidad, sujeta a los riesgos previsibles. Los empleos son, pues, etapas en la carrera profesional, todas de corta duración. Y esto se refleja también en el mercado de formación: los estudios son inversiones financieras, que tratan de maximizar el rendimiento, y que se financian con deuda, a menudo muy elevada. Y, por supuesto, no se puede pedir a ese trabajo ningún sentido, ninguna lealtad, más allá de la maximización del valor del capital humano acumulado. Eso es lo eficiente; lo demás son músicas celestiales.
Insisto una vez más que esto no tiene por qué ser así en todos ni en muchos casos. Pero los fenómenos mostrados en estas entradas sugieren que “algo” ha cambiado en la manera de entender la economía, las finanzas, la empresa… y la sociedad, y la persona. Esos cambios están ahí, manifestando su influencia. Y todavía nos quedarán por ver muchas más cosas importantes… a no ser que hagamos algo.
Pero antes de hablar de lo que hay que hacer será conveniente que nos preguntemos por los grandes “porqués” de todo esto.
Con todo respeto a estas enseñanzas, pero para apreciar mejor las otras, recuerdo lo que nos enseñaba Juan Antonio (Pérez López): para repartirse una torta primero tiene que haber torta. Todas las elaboraciones financieras que se hagan a partir de la torta desaparecerán en el momento que se la coman, que es lo mejor, por ser un bien perecible. Aprovecho .. pues he recordado algo … saludos.
Muy lamentable, en pocas palabras estamos desde lo económico y financiero, en la ley de la selva, esa es la explicación porque los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres, aunque todavia queda alguna sanidad, que espero se expanda, se equilibre para que la ley de la equidad se haga realidad. Aquí está en juego crecer en la espiritualidad, aprender y reaprender con ,mucha flexibilidad en lo personal y en la ayuda a nuestros semejantes, para que se tome conciencia y se actúe con las herramientas que nos da la sabiduria necesaria para defender los derechos del trabajador, solo eso creo que detendrá esta corriente destructiva que avanza .
Es curioso como ha realizado la ética, con las consecuencias que conlleva la mala gestión en las empresas y las consecuencias que tiene.
Como siempre, muy didáctico profesor