Al cabo de un par de años, cae en mis manos el número de septiembre-octubre de 2012 de la revista Profesiones, editada por Unión Profesional. Lo que más me golpea de esa interesante revista es una breve reseña, escrita por Elisa G. MacCausland, de un libro de Meredith Haaf, titulado «Dejad de lloriquear». Me permito copiar casi literalmente esa reseña.
«Mi generación no conoce ninguna utopía, ni aspira realmente a tener una». Esta historiadora y filósofa de carrera, de origen alemán, gusta del «nosotros» para señalar cómo los nacidos en los ochenta consideran más importante la individualidad que la solidaridad. «El deseo de refugiarnos en la vida privada es mucho más urgente que el sentido de comunidad». Una generación pequeño burguesa a la que un cambio estructural le parece impracticable. La competencia es lo natural. Son los tiempos postmodernos y ‘postoptimistas’. A lo único que se puede aspirar es a que la cosa no vaya a peor. Los pragmáticos, como apunta la autora, parecen conformarse con el ‘precariado’ como única ¿salida?
Señala Haaf que esta generación vive atrapada en una ilusión de poder donde el mercado, la comunicación y la optimización de uno mismo rigen el día a día de unos profesionales producto de la especialización -lo que los convierte, según ella, en profesionales sectarios, sin apenas espacio para imaginar-. «El miedo es el motor principal de mi generación y el escepticismo su actitud fundamental». El idealismo, en este contexto, suena ingenuo; sabe a poco. ¿Qué hacer? «Simplemente tenemos que madurar», dice Haaf.
No quiero añadir nada más; que el lector saque sus conclusiones.
Precisamente lo que falta hoy en día es un poquito más de utopía, un poquito más de sueños. Pareciera que nos embargase el sentimiento de la cruda realidad, y que solo vivimos para el día a día. Los grandes sueños son los que nos hacen avanzar
Es fácil caer en tópicos y sobre todo generalizar. En mi caso soy uno de esos bichos raros nacidos en los ochenta y no me siento para nada identificado con la reseña. Informático por profesión y afición me he encontrado de patitas en la calle recientemente. ¿Miedo? Ilusión diría yo.
Me permito agregar un enlace donde explicaba mi idea sobre el «Karma Digital» (http://miposicionamientoweb.es/karma-digital-comparte-y-te-comparten/) y lo que ello conlleva en un mundo tan «postmoderno». Las ganas de empezar algo nuevo, lo que no estaba establecido y además practicando esa solidaridad por encima de la individualidad.
En fin, creo que no se debe caer en la fácil excusa de la generalización, y más bien cada uno debería mirarse a sí mismo.
Un saludo.
Creo que el peor error que podemos cometer es la generalización. Soy de la generación de los 50, y reconozco que tambien nos falto madurez en algunas cosas, no a todos porque como en todas las epocas la diversidad existe y las comparaciones no tienen lugar, precisamente por la multiculturalidad. Es atendible que existan algunas tendencias, pero me asusta también esta posición muy reactiva para mi entender.
Sería buena ayudarla a descubrir el sincronismo productivo-directivo.