No, no una broma. Es un artículo del Telegraph que cayó en mis manos hace unos días (aquí, en inglés, claro). Simpático y divertido. Cuenta las ventajas de llevar a los hijos (pequeños) al trabajo. Puede molestar a algunos, sobre todo a los jefes, y quizás también a los colegas. Pero pienso que puede ser muy bueno.
Cuando yo era pequeño, mi padre me llevaba de vez en cuando al trabajo, un sábado por la tarde. Era un almacén de tejidos; mi padre trabajaba en la oficina y yo corría por entre las piezas de ropa. Otras veces, muchas, llevaba trabajo a casa; después de cenar pasaba un buen rato copiando facturas en un libro. Yo no entendía lo que hacía, pero aprendía la importancia del trabajo, del orden, de la constancia: no necesitaba clases de ética. Y en la empresa conocía a los compañeros de mi padre, sabía quiénes eran, qué hacían. El trabajo de mi padre no era una cosa rara, sino normal, metida en mi vida. No creo que molestase a las personas mayores: yo era muy modosito.
Sally Peck, cuenta en su artículo casos divertidos de quien tuvo que dar una conferencia científica con su niña pequeña al lado, o el de un politico sueco que explicó en la televisión un incidente político internacional con su hija de dos años en brazos. Sally protesta contra la separación de la vida familiar y profesional: no creemos barreras innecesarias, al contrario, facilitemos su conexión. ¿Se portan mal los niños? Bueno, a lo mejor la culpa es de los padres.
¿Una gran idea para solucionar la tarea de compaginar el trabajo y la familia? Muy grande idea, no, pero puede ayudar a hacerla más llevadera, ¿no? «Si más oficinas promoviesen la idea de llevar a los niños a hacer visitas (breves), los niños aprenderían mejor a manejarse en el mundo de los mayores. Y, quién sabe, quizás nosotros podamos aprender algo de ellos».
Sin duda, son buenas experiencias, en lo personal y familiar, el de promover el trabajo a los hijos a edad temprana. A su vez estas se constituyen como buenas practicas de formacion.
Los paises, que aplican la educacion dual, desde la educacion basica, profesional y tecnica, tienen mayor insidencia en el desarrollo personal y productivo del desarrollo sostenible, principalmente con la practica de valores eticos y morales.
Recuerdo, la alegría que me daba ir al trabajo de una tía que limpiaba por las tardes la oficinas de una constructora, a mediados de los 70.
Fui una vez y luego a base de insistir, me fueron llevando mas veces, con 7 u 8 años. Me llegaron a conocer los trabajadores de la empresa, por que a veces encontraba algún arquitecto que hacía horas. Me saludaba y me explicaba lo que hacía.
Me parecía todo super interesante. Las máquinas de escribir, la de calcular (manuales y de manivela). Entrar en los archivos, mirar los catálogos. las mesas de los delineantes (no había ordenadores).
A terminar, el regreso en los últimos autobuses a casa.
Vivencia de la cultura del trabajo y del servicio a los demás desde bien pequeñito.
En vacaciones de verano con 7 u 8 años, mi madre ya de noche, «niño vete a por papá a la armería y que se venga» Allí me enseñaba las herramientas y como arreglaba las escopetas, y luego nos íbamos paseando y hablando hacia casa.
No hay recuerdo más agradable de mi infancia como as visitas algunos domingos por la tarde (después de comer en Gayango o en La Trucha) a la centenaria farmacia en donde trabajaba mi padre y en donde nos daba Juanolas y nos dejaba recorrer, a ni hermano y a mi las siete u ocho rebotica del local hasta el fantástico último almacén de traseros viejos, desde botellas de vino medicinal (vernouth) hasta esperma de ballena (sic) y vieja publicidad. Un paraíso