«Lo que no pué ser, no pué ser, y además es imposible», cuentan que dijo un famoso torero español, El Gallo. Me parece que eso es lo que ha pasado con el franco suizo, que ayer tuvo una fuerte apreciación cuando el banco central suizo (Banco Nacional Suizo, BNS) anunció que dejaba flotar su moneda. Es un magnífico ejemplo para una clase de tipos de cambio.
Por razones obvias, Suiza es un gran receptor de inversiones extranjeras. En los mercados de divisas, desde hace unas décadas, los capitales mandan sobre los bienes, al menos en el corto plazo. Y hace ya unos años que la entrada de capitales en Suiza es particularmente elevada, sobre todo por la debilidad del euro, los bajos tipos de interés que el Banco Central Europeo (BCE) está propiciando, y la perspectiva de que esos tipos de interés seguirán siendo bajos durante mucho tiempo, sobre todo después de la anunciada/esperada compra de deuda pública por el BCE, que tendrá (tiene ya) un efecto depreciador sob re el euro y, por tanto, apreciador sobre el franco suizo, lo que agravará sus problemas.
Por tanto, hace tiempo que el franco suizo está sujeto a una fuerte presión hacia la apreciación: más demanda que oferta. Pero Suiza es un país exportador, y su economía no está tan boyante como para permitirse perder competitividad. De modo que, desde septiembre de 2011 el BNS interviene activamente en los mercados para evitar que el tipo de cambio con el euro se aprecie, con un límite de 1,20 francos suizos por euro. Para ello, el BNS compra moneda extranjera (euros, dólares) y vende francos, de modo que su balance se ha expansionado considerablemente. Otra medida que tomó ayer fue la de fijar un tipo de interés negativo (-0,75%) sobre los depósitos bancarios, para desanimar la entrada de capitales.
Pero los inversores extranjeros no llevan su dinero a Suiza buscando rentabilidad, sino seguridad, de modo que la remuneración negativa no les desanimará. La presión compradora sobre el franco suizo no se reduce. Y el BNS sigue acumulando euros.
La intervención en el tipo de cambio está recomendada cuando un país tiene una tendencia a la apreciación durante un periodo de tiempo limitado; por ejemplo, si la moneda del país se convierte en moneda refugio ante un conflicto en un país vecino, con una duración de unas semanas o unos pocos meses. Pero ya se ve que el apetito por el franco suizo no es transitorio. Entonces, la intervención puede ser útil para ganar tiempo y poner en práctica medidas que frenen aquella presión compradora. Pero, claro, si el problema se mantiene durante más de cuatro años, y no parece que vaya a cambiar en el corto plazo, al final la intervención se hace imposible. Lo que no pué ser, no pué ser.
Lo siento por los exportadores suizos. Pero quizás deberíamos ver las cosas de otro modo: los exportadores suizos han disfrutado de unos años de moneda artificialmente depreciada, por la intervención del BNS. Lo de ahora es una desgracia, un tsunami, como decía un exportador. Pero era una desgracia anunciada. Vale, estoy de acuerdo: ¿qué hará un exportador si ve que su ventaja competitiva se va a acabar? ¿Cambiar de producto? ¿Cambiar de estrategia? ¿Competir de otra manera? Lo más probable es que cruce los dedos, espere que ocurra un milagro, y pida a su banco central que no deje que su moneda se aprecie.
Excelente artículo como siempre, da lugar a un juego de palabras, le seguimos desde https://www.lacestitadelbebe.es
Saludos del equipo!
Excelente reflexión Antonio, sin lugar a dudas esto de los francos suizos trajo muchos cambios.
Qué curioso profesor, el ciclo contravariante calculado es de cuatro años y poco más. Se debe al costo de dirección (control monetario) igual al promedio de costo transaccional (R=L para los conocedores). Saludos.