En 1906 el matemático Sir Francis Galton acudió a la feria de ganado de Plymouth. Una de las atracciones de la feria era un concurso, en el que la gente podía ganar un premio si acertaba el peso de un gran buey que se exhibía allí. Galton pidió al que recogía los boletos con la apuesta que le dejase utilizarlos. Unos 800 campesinos y ganaderos participaron; el promedio de peso calculado a ojo fue de 1197 libras, mientras que el peso real del buey fue de 1198. «El buey de Galton» debe su fama a este experimento social, que Galton publicó en Nature en 1907 y que explica con detalle James Surowiecki en The Wisdom of Crowds, la sabiduría de las masas.
El experimento es válido, porque recoge opiniones independientes, realmente independientes, de gente con conocimientos sobre el tema, y es bien conocido que un promedio de muchas estimaciones independientes de una misma variable tiene un error esperado menor que el de cualquiera de las estimaciones individuales.
Claro que es mejor utilizar una báscula. O sea, el criterio de Galton no vale en otros casos, como recordaba John Kay en una reciente columna del Financial Times (aquí, en inglés). A menudo es preferible dedicar los esfuerzos a reducir los errores de las estimaciones, en lugar de aumentar el número de estimaciones erróneas. «Por eso, dice Kay, confiamos la navegación de un avión a un piloto experimentado, en lugar de emplear el promedio de las opiniones de los pasajeros».
Del mismo modo, la dirección de una organización debe escuchar a los colaboradores, pero, al final, la decisión la debe tomar el que ostenta la máxima autoridad, porque aquí no todas las opiniones tienen el mismo valor.
Los resultados tampoco serán buenos si la gente se siente miembro de un grupo o tribu, que trata de defender su identidad; los grupos de gente con ideas parecidas tratan de reforzar las opiniones del grupo y más bien acentúan los sesgos de los interesados.
Del mismo modo, los políticos deben escuchar a sus votantes, pero no seguir sus opiniones: el gobierno asambleario no suele dar buenos resultados. Sobre todo si la masa de opinantes puede ser objeto de manipulación por una minoría.
Me parece un buen post, da que pensar, pero realmente muchas veces los que están líderes son los más capacitados o lo están en un estado que pueden desarrollar perfectamente su papel, eso es otra historia y reflexión. Muchas gracias por sus artículos son muy buenos y abiertos dando opciones a las opiniones.
El consultar a terceros, debe servir para asumir uno mismo, sobre la orientación de lo que busca. La decisión final, debería ser revisada, si los conocimientos llevan a un resultado totalmente diferente.
La participación, sea de expertos como de aficionados, despierta el interes de lo que queremos mostrar o trascender, genera integración, y sentirse parte de la desición.
Además, desde un concepto distante de la sobervia, hasta del mas ignorante, puede llegar a aprenderse algo o despertar inquietud interior.
No debemos fianos de las opiniones de la gente, pero ignorarlas, nos hara asumir una verdad, posiblemente alejada de la realedad relativa, con la que la mayoría vive y se desarrolla.
Muy interesante.
La concluso ‘ion es que si se quiere llegar a alcanzar la mejor decisi’on sobre determinado tema, lo indicado es ser muy selectivo al escoger el auditorio. Si somos negligentes en este aspecto, lo ‘unico que conseguiremos es perder el tiempo.
Otra conclusi’on importante es que los grandes y concurridos Congresos y Convenciones son tambi’en una p’erdida de tiempo, porque los asistentes son en su mayor’ia aficionados y no aportan a lograr el objetivo.