Francis Fukuyama hace una interesante recensión del último libro de Robert Putnam, Our Kids: The American Dream in Crisis en el Financial Times del 7 de marzo (aquí, en inglés). Muy bueno el comentario y muy bueno el libro, como corresponde a dos primeras espadas de las ciencias sociales. La tesis del libro, que Fukuyama comenta ampliamente, es muy sencilla: los debates en Estados Unidos sobre la desigualdad creciente en la distribución de la renta olvidan un factor importante: la paulatina desaparición de la familia estable con un padre y una madre.
En un libro de 1965, Daniel Patrick Moynihan señaló la evidencia abrumadora de que la pobreza en la población de color de Estados Unidos, y el consiguiente crecimiento del crimen y el consumo de drogas, se relacionaban con la desaparición de la familia biparental en ese colectivo. Putnam señala que ahora el problema se ha extendido también a la población blanca, a la que afecta en un 70% de las familias, una cifra similar a la que Moynihan encontró hace medio siglo.
Fukuyama, haciéndose eco de Putnam, señala la importancia de la estructura familiar y la dedicación de los padres en los resultados de los hijos: «estímulo precoz en la infancia, role models apropiados, expectativas estables y cenas en familia son parte de lo que se necesita para tener adultos con movilidad social hacia arriba». Y añade: «esto falta en América, en los entornos menos educados», de modo que «la desigualdad económica se refuerza a sí misma».
Ambos autores pasan revista a las soluciones que, dicen, se vienen intentando desde hace décadas. Por ejemplo, la reforma de la educación. Pero dice Fukuyama que «las escuelas tienen un impacto limitado en los resultados de la vida, cuando se compara con los amigos y la familia».
«El adecuado funcionamiento de la democracia, dice Fukuyama, se basa en el fundamento de hábitos y virtudes que residen en la sociedad que nos rodea y no en el sistema político formal o en los incentivos económicos que esas instituciones crean». La educación es importante porque a través de ella y de la familia llega la parte más importante del capital social que contribuye a nuestro desarrollo como personas y como ciudadanos. «Las familias fuertes son críticas en América, como incubadoras de un amplio compromiso social«.
También nuestra sociedad marcha, con decisión, por ese camino. Hay unos cuantos tabús que se han creado en nuestra sociedad individualista y emotivista, que se oponen a tomarse en serio la reconstrucción de nuestro tejido familiar. Bueno, al menos podríamos intentar aprender de las sociedades «modernas, avanzadas y dinámicas» que nos han precedido…
Totalmente de acuerdo con Fukuyama profesor. Parece que ha leído La Constante porque allí es donde demuestro que los hábitos (operativos) se aprenden en la familia y son los que despuntan la T (actividad económica: Aoki y Yoshikawa) gracias a la coherencia que es la clave de todo (la antigua mano invisible). La virtudes también. La raíz ineludible de todo proceso económico sea productivo o de servicios está en el conocimiento: qué, cómo y para qué hacer algo. El feedback interior es sentimental (incluye emociones, sensaciones y sentimientos) y es el menos importante. El feedback externo puede ser incluso negativo (también el sentimental) y es el que nos impele a mejorar. Algo que se descubre muy temprano y solo en la vida familiar. Quien no tiene este último hábito muy arraigado fracasará e insultará a los que se lo hacen notar una y otra vez, con claridad.
Sí, como dice Juan Mari, que es un lumbreras, la solución está en que las familias estables donen estabilidad a las demás.
Tralará!
El título es injusto y manipulador. Es evidente que las grandes diferencias se producen por la acumulación en los más ricos, insuficientemente combatida por la democracia que decimos queremos construir. La insolidaridad de esas capas es la verdadera causante.
Otra cosa es que la evolución de la sociedad produzca los efectos que en el artículo se apuntan y que son dificultades importantes en la mejora de las personas y la sociedad.
Pero no engañe con titulares. Por favor.