Ya va siendo hora de acabar con estas entradas sobre mi presentación en el V Congreso Internacional «Dependencia y Calidad de Vida», organizado en Madrid por la Fundación Edad&Vida los días 10 y 11 de marzo. Acabaré con algunas consideraciones sobre la “nueva” política monetaria descrita en la entrada anterior.
- Menores tipos de interés suponen mayores precios de los activos, es decir, mayor riqueza financiera. La bolsa y los mercados de deuda suben; el sector financiero aplaude las medidas.
- La nueva política funciona a través de los bancos o, si estos no quieren “jugar”, funciona fuera de ellos. Y no querrán jugar si la compresión de los spreads de tipos de interés reduce su rentabilidad. Como dije antes, esta política permite al BC “saltarse” a los bancos, si estos no quieren participar. Esto lo vimos ya cuando la Reserva Federal lanzó las primeras medidas de compra masiva de títulos en el mercado.
- La abundancia de liquidez puede desanimar a los bancos a continuar con las políticas de saneamiento y reducción de sus deudas, a no ser que las autoridades de supervisión financiera se lo exijan con firmeza.
- Esa abundancia de liquidez supone que los capitales buscarán mejores rentabilidades, se supone que en otros activos nacionales de mayor riesgo, pero quizás también en activos de otros países, trasladando los problemas a los mercados emergentes.
- Menores tipos de interés de la deuda pública significan un abaratamiento de la financiación de los gobiernos. En el fondo, a la vista de las cifras manejadas por el BCE en enero de 2015, su plan de compra de activos supone la casi monetización del déficit de algunos países. La idea de que la deuda pública no hay que pagarla queda así confirmada: un gran paquete de la deuda pública acabará en la cartera del BCE, plenamente monetizada. Esto será una bendición para los gobiernos endeudados: financiación gratuita, a través del sistema financiero.
- Y la vuelta atrás de esa política será muy difícil. Si el BCE suspende la compra de deuda de un país, este tendrá que salir a los mercados a tipos de interés relativamente elevados, con lo que su situación financiera será complicada, probablemente insostenible. No parece razonable pensar que, una vez avanzado el programa de compra de deuda por el BCE, un gobierno como el griego –o como el español- pueda desarrollar una política de austeridad o de crecimiento sostenido capaz de revertir los altos niveles de deuda pública alcanzados hasta, digamos, un 60% del PIB.
- Penúltima conclusión: como señala Edward Hugh en su blog (aquí), no es que los bancos centrales estén imponiendo tipos de interés negativos a los mercados, sino que están actuando de modo que los tipos de interés negativos, que ya están presentes, no se conviertan en la causa de un profunda recesión y deflación.
- Y última: si esto dura –y durará, al menos en Europa, como ha durado en Japón-, tendremos que cambiar no solo la manera como los economistas explicamos la política monetaria, sino no pocas de las estrategias de las instituciones financieras.