Leo en El País (Catalunya) una entrevista publicada el 29 de junio, a Ricardo Hausmann, conocido profesor de la Universidad de Harvard, experto en desarrollo económico y buen conocedor de América Latina. Me atrajo el título que le dio el periodista: «Los resultados económicos de la educación son decepcionantes». Sobre este tema, Hausmann dice:
«El mundo se enamora de alguna receta mágica que resuelve todos los problemas y llegan unos discursos maravillosos. A los economistas nos toca ver si los datos los respaldan. Y los resultados son sorprendentemente decepcionantes» en el caso de la educación para el desarrollo. Esto abonaría la tesis de que las políticas deben ser sometidas a la prueba de los hechos, como he explicado en otras entradas. Lo importante no es cuánto hemos gastado en educación ni cuántos niños han pasado por la aulas, sino qué resultados ha tenido esto luego en el mercado de trabajo. Bueno, no solo en el trabajo, porque la educación es algo más que preparar las personas para ocupar un puesto de trabajo. Pero ya que hablamos de educación para el desarrollo, los resultados laborales deben ser muy importantes.
Continúa Hausmann: «Gigantescos aumentos en educación han tenido muy pequeños efectos en crecimiento y muchos de los países que más crecieron no se destacan por haber invertido de manera especial en educación. ¿Qué es lo que estamos viendo? Que para trabajar se necesita el saber hacer, que es algo que se aprende muy marginalmente en la escuela y mucho en el aparato productivo«. En España se presta atención en la escuela a la formación de capacidades, no solo de conocimientos, pero si, como dice Hausmann, esto se aprende más en el puesto de trabajo que en las aulas, quizás habrá que repensar el enlace escuela-empresa.
Y acaba Hausmann: «El aparato productivo puede tirar de la educación, pero la educación no puede tirar del aparato productivo». No me parece que debamos tomar esto como un dogma de fe, pero sí que, al menos, debemos considerarlo a la hora de repensar nuestro sistema educativo.
Coincido con Hausmann y con usted en que la educación debe asociarse a los resultados. Pero nos hemos quedado en medir los resultados por correlaciones y vengo insistiendo en que se trata también y simultáneamente de contrarrelaciones. Lo que pasa es que medirlas, requiere entender la sincronía procesual y ese es el problema. La sincronía está más cerca de la gestión que de la operación misma. El cuánto del resultado no depende solo de uno sino de varios en este nuevo método. Y hay que seguirlos a todos, lo que lo hace más difícil aun. Pero ánimo profesor que las apps nos permiten estar más conectados cada vez y podremos lograrlo, aunque sea más difícil que antes. Sólo así venceremos al dios dinero y ganaremos personas cada vez más coherentes con sus fines propios, inmateriales: sentimientos y afectos.