De todos es bien conocido que la tasa de desempleo juvenil en España es muy alta (y en otros países también, pero el nuestro destaca en este sentido). Esto es particularmente relevante en el caso de los ni-nis, los que no trabajan ni estudian, y especialmente los que dejaron sus estudios secundarios incompletos. Por eso es particularmente importante diseñar politicas dirigidas a resolver ese problema.
Pero esas políticas son de difícil diseño. Como otras muchas iniciativas en este sentido, lo cómodo es decir que hemos dado ayudas a no sé cuántos parados, hemos gastado no sé cuantos miles de euros, han asistido a tantos cursos, han recibido tantas horas de clase… Pero la pregunta importante es: ¿qué resultados ha tenido el programa?
La idea de que los programas sociales deben ser objeto de evaluación objetiva y, en su caso, de corrección va abriéndose paso en nuestro país, porque el ciudadano tiene derecho a que su dinero se utilice de manera eficiente. Por eso me ha alegrado encontrar la noticia de un artículo publicado en Educational Research (volumen 57, número 2, 2015), escrito por cuatro investigadores de Ivàlua – Institut Català d’Avaluació de Polítiques Públiques, con el título de «The impact of training-intensive labour market policies on labour and educational prospects of NEETs: evidence from Catalonia (Spain)» (NEETs son los ni-nis en inglés).
El programa se creó en 2006 para parados de 16 a 25 años que habían dejado la educación antes de conseguir el certificado de la ESO, con dos objetivos: mejorar sus perspectivas de ocupación y facilitar el retorno a la educación. Cada edición del programa duraba un año académico.
Lo más interesante son los resultados: el programa no es efectivo para mejorar las perspectivas de empleo de los participantes, aunque ha ayudado a que se reintegran en los programas de educación, con el impacto positivo concentrado en los de 16-18 años, y no ha mejorado la continuidad de los estudios después de la edad obligatoria.
Ahora viene la siguiente tarea: cómo modificar el programa, para que sea efectivamente provechoso, no en términos de inputs (el dinero que se ha puesto en él), sino de outputs (el resultado conseguido). Porque lo importante en estos programas no son las intenciones, que suelen ser buenas, ni los esfuerzos, que merecen aplauso, sino los resultados.
Hay que sincronizarlos, profesor. Es una cuestión de hábitos. Se requiere un mínimo de virtudes para ejercer hábitos, pero la forma de hacerlo es: sincronía (co-contra- relaciones). después, cuando sean directivos, si llega el caso; tendrán que maximizar sus virtudes, pero primero tienen que adquirir hábitos y eso los obliga a sincronizarse con los demás. Es al revés. No es que no hay que darles trabajo porque no tienen estudios (y con ello, los hábitos correlativos) sino que hay que darles trabajo (fácil y/o simple, nadie lo niega) para sincronizarlos adquiriendo hábitos al exigirse, cada uno, estudiar (contra-relación).