Leo en el blog de Aceprensa una entrada sobre «Educar en lo inútil» (aquí). Explica el papel que la familia tiene en cosas que nos parecen inútiles, pero que son muy importantes: «compartir, ponernos en el lugar del otro, superar las frustraciones, responsabilizarnos de nuestros actos, poner límites a los deseos, ser optimistas, saber esperar, ayudar, agradecer, perdonar, escuchar, rectificar, respetar…».
Estoy de acuerdo, claro. Y me pregunto qué tiene que ver esto con la empresa. Y me hago algunas consideraciones.
Una: lo inútil es también muy importante en el empresa, o mejor, en la vida en sociedad. Las cosas que he mencionado más arriba forman parte de lo que toda persona debe saber y practicar, en la empresa y en cualquier otro lugar.
Otra: el que dirige debe ser consciente de todo eso, de su importancia para la empresa y para las personas y de cómo desarrollarlo en el día a día. Todo eso forma parte de la cultura de la empresa, que es la manera de transmitir los valores. El problema es que, a menudo, confundimos la llamada cultura de la organización con un conjunto de manifestaciones externas, y no con esas cosas «inútiles», que son las que, de verdad, cuentan. Por eso, el que dirige debe ser consciente de si en la organización se comparte, la gente se pone en lugar del otro, supera las frustraciones… Esto solo en parte se lo dirá un estudio de clima ético, o una encuesta entre el personal, pero hay que conocerlo, y esta será, probablemente, tarea de cada directivo, nivel a nivel, en su ambiente. ¿Cómo se consigue esto? No lo sé, pero es necesario.
Otra más: la familia, probablemente, no desarrolla programas especiales para que sus miembros aprenden de lo inútil; es una tarea, diría yo, muy personal, de cada uno con los demás, empezando, claro, por los padres. En la empresa pasará algo parecido, pero no se puede prescindir de acciones concretas para desarrollar virtudes concretas en cada persona y en cada equipo. Mi colega Juan Antonio Pérez López, a quien me he referido muchas veces en este blog, decía que el directivo debe hacer «experimentos» para comprobar el grado de participación en los valores de las distintas personas. Cuando un padre le pide al niño que le dé el juguete que más le gusta, está haciendo un «experimento», para comprobar no tanto si el niño le quiere o no, sino si el niño es capaz de vencer su egoísmo en un detalle pequeño. Bueno, pues la empresa puede ser un maravilloso lugar para desarrollar virtudes. Ya he dicho otras veces que, cuando el subordinado pregunta al jefe qué hay que hacer en un caso concreto, la respuesta puede ser: ¿Qué harías tú?, para que vaya aprendiendo a tomar decisiones. Y, cuando conteste, habrá que hacerle las observaciones convenientes para que el propio subordinado aprenda a decidir bien. Y, cuando ya haya acertado, le debemos decir: Pues hazlo tú.
Interesante posteo don Antonio.
Me trajo a la memoria algo que muchas personas personas (clientes, proveedores, empleados y otros) me han comentado de mi padre fallecido hace 18 años y quien fundó la empresa que hoy dirijo: que pasaban largos ratos conversando con él acerca de sus problemas personales y pidiendo consejos. Hace poco una señora que hoy tiene una próspera verdulería, al enterarse por casualidad de quien soy hijo, me contó emocionada que cuando vendía verduras en un mesón en la calle, mi padre la ayudó dándole ánimo y consejos. Y algunos de quienes hoy ocupan cargos de dirección en mi empresa replican con sus subordinados esa disposición que él tenía mi para atenderlos. De esta forma y sin saberlo, mi padre fue dando forma a la cultura de la empresa.
Gracias, Gastón; es muy útil tu comentario.