Parece que hay un amplio consenso acerca de las dificultades de la sociedad española para conseguir la coordinación de los horarios en el hogar y en el puesto de trabajo, algo que, por otro lado, parece bastante conveniente, si no absolutamente necesario. Entiendo que el problema tenga difícil solución, precisamente por tratarse de un problema complejo, que afecta a todos los españoles. Y, claro, hay muchas visiones distintas, y muchos intereses distintos. De modo que siempre habrá quien ponga palos en las ruedas.
Mi colega del IESE Nuria Chinchilla publicó el pasado 3 de mayo en Expansión un breve artículo que da un paso adelante, titulado «Trabajar hasta las seis, en seis pasos». Lo que me gusta de su aportación es la concreción. Al final no serán seis paso, claro, pero esto permite, al menos, identificar las seis áreas más importantes para llegar a un acuerdo:
- Volver al horario de Greenwich, es decir, acomodar nuestros relojes a los de los países de nuestro huso horario. ¿Por qué? Porque tenemos un «reloj» interior, que nos lleva, espontáneamente, a despertarnos a ciertas horas, dormir en otras… Claro que hemos conseguido, con más o menos éxito, modificar nuestros hábitos, pero la vuelta a lo «normal» debería ser relativamente fácil. Y esta medida tendría otro efecto importante: dar la impresión de que «todo va a cambiar desde este momento», empezando por el reloj.
- Aprovechar esa adaptación para modificar los horarios de trabajo, que no vienen marcados por el trabajo, sino por la comida: levantarnos antes significa desayunar antes (y reconozco que muchos dirán que son incapaces de comer algo tan pronto), comer antes (a las 12, por decir algo), para salir del trabajo antes (a las 18) y cenar antes, de modo que, ahora sí, podremos desayunar antes. Preparémonos para el caos, que se producirá, sin duda, pero que se podrá reconducir. El primer día nos enfadaremos por el cambio de horario; al cabo de un mes (o quizás seis meses) nos habremos acostumbrado. Habrá algunos que se negarán a cambiar: vale, pero si su entorno cambia, al final tendrán que hacerlo.
- Renunciar a la pausa de la media mañana para desayunar, ¡sacrosanto derecho de los trabajadores!, pero ficticio, porque si comemos a las 12 no necesitamos desayunar a las 10, y si renunciamos a la media mañana y comemos en menos tiempo, podremos salir antes. Otra cosa es que a usted le aterre llegar a casa a las seis y media, porque no sabe qué hacer, o porque la presencia de la suegra es una amenaza seria. Pero ya se nos ocurrirán cosas que hacer, incluyendo mandar a la suegra al gimnasio o al centro de la tercera edad.
- Adaptar los horarios del fútbol, de la tele, etc. Como ocurre en otros países, las 10 de la noche serán ya una hora tardía.
- Adaptar los horarios de los servicios. Adelantar, claro, las horas punta del transporte, los horarios de los establecimientos comerciales, los de los servicios públicos, etc. En el fondo, puede ser un corrimiento general. Sí, ya sé que habrá grandes resistencias, pero… vale la pena, ¿no?
- Adaptar los horarios de las escuelas, que son un obstáculo importantísimo a los horarios de los padres y madres trabajadores. Los sindicatos de enseñantes protestarán. Pero los niños y las familias lo agradecerán.
Todo esto exige, me parece, una visión holística: usted no puede hacer el horario que quiera, porque interfiere con el de todos los demás, de modo que, lo siento mucho, tendremos que adaptarnos. Habrá que tener amplios debates, recogiendo experiencias de otros países, discutiendo los temas con los grupos de interés, etc. Yo diría que todo esto con un calendario fijo: tal día habrá que aprobar el nuevo horario… caiga quien caiga. Y, muy importante, esto se ha de poner en marcha para todos, de una sola vez. Recuerdo que cuando en Suecia cambiaron el sentido de circulación viaria, del inglés al continental, el cambio se hizo un día D a una hora H, sin excusas, aun contando con los accidentes, que se produjeron, y no fueron pocos. Luego, claro, habrá que dar flexibilidad a los distintos colectivos para que hagan sus correcciones posteriores. Complicado, ¿no? Sí, pero puede ser un reto interesante.
¡Ah!, y no olvidemos que habrá un lobby antifamilia que dirá que por qué tenemos que hacer lo que conviene a las familias (al menos a muchas de ellas), y no lo que conviene a otros. Esto también tendremos que discutirlo.
A nivel fisiológico tiene todo el sentido del mundo. Pero a nivel cultural…como usted ya sabe en España todo empieza y acaba más tarde. Un saludo.
Yo estoy totalmente de acuerdo con el cambio la verdad, creo que aportaría mucho a todos..