Por qué los ciudadanos españoles estamos enfadados con los políticos

Recién escrito el título, ya me doy cuenta de que me estoy metiendo en un lío. Pero, a lo hecho, pecho. Me remontaré a una constatación de uno de los caracteres de nuestra sociedad actual. Somos individualistas, en el sentido de que queremos tener el control de nuestra vida, hacer lo que queremos, que nadie nos diga que no a lo que queremos hacer, que no coarten nuestra libertad. Esta idea aparecía en una banderola del Ayuntamiento de Barcelona que estuvo colgada en las calles de la ciudad hasta hace pocas semanas: no quiero que limiten mi libertad, venía a decir, con una fotografía de una mujer como protagonista.

Vale. Quiero tener el control de mi vida. Pero esto es muy difícil y caro. Necesito… a ver, tomen nota los políticos, y el mercado, y la Unión Europea, y el Banco Central…: necesito un trabajo que me llene, con un buen sueldo, excelentes servicios públicos, una vivienda digna, una ciudad agradable, limpia y dinámica; buenas escuelas y universidades, sanidad gratuita y de calidad, al día; pensiones suficientes… Todo esto nos lo han prometido desde hace unas décadas y, durante un tiempo, fuimos avanzando; basta comparar nuestro nivel de vida al comienzo de la crisis con el ue teníamos, por ejemplo, al comenzar la Transición política, a finales de los setenta.

Todo eso lo queremos como condición para llevar la vida que queremos, sin que nadie nos imponga nada, por razones económicas, por discriminaciones de cualquier tipo, por restricciones ideológicas o éticas… Y para conseguir esto hicimos una especie de pacto con los que nos dirigían: yo renuncio a controlar todo esto, y vosotros os cuidáis de eso que, en términos generales, llamamos estado del bienestar. A esto lo llamo «utilitarismo social»: renuncio a controlar todas esas cosas, a cambio de controlar mi vida privada. Y esto funcionó bastante bien, insisto. Hasta que llegó la crisis.

Y con la crisis empezaron a llegar las facturas. Vivienda: hay que pagar la hipoteca, que no estaba incluida en los derechos anteriores. Educación; han llegado los recortes. Sanidad: también. Pensiones: lo siento, no cuente con la generosa pensión que usted esperaba. Y, claro, nos sublevamos contra todo esto.

Y me parece que una parte importante de nuestro enfado radica en que no queremos aceptar que una parte importante de la culpa es nuestra. Porque si las pensiones no nos llegarán es porque vivimos más años que antes y tenemos menos hijos que antes, y esto no es culpa del gobierno. Y si nuestras ciudades no son tan agradables, a lo mejor es que contaminamos demasiado, quizás no nosotros directamente, pero sí las empresas eléctricas de las que dependemos para nuestro aire acondicionado.. Y así con todo.

Pero nosotros nos irritamos porque nuestros políticos no han cumplido su parte. Y quizás en el fondo nos damos cuenta de que no podían cumplir su parte, porque la carta a los Reyes que habíamos preparado era demasiado larga. Todo son derechos ahora: la lista de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU se ha quedado enana.

¿A dónde vas, Antonio?, me pregunta el lector. A que necesitamos una cura de humildad. Debemos reconocer nuestra parte de culpa en lo que nos pasa, como condición para poner remedio a lo que nos pasa, porque mientras no queramos aceptarlo seguiremos llamando incompetentes y corruptos a nuestros políticos, y seguiremos escuchando con esperanza sus promesas, aunque sepamos que no las podrán cumplir. O sea, en definitiva esperaremos que solucionen «mi problema», aunque sea a costa de otros. Y esto es un mal comienzo.

6 thoughts on “Por qué los ciudadanos españoles estamos enfadados con los políticos

  1. Reflexiones políticas

    Estamos viviendo un tiempo de contradicciones. Vemos que las sociedades avanzan en beneficio de la colectividad, como por ejemplo: en una mejor calidad de vida (mayor esperanza de ésta), importantes descubrimientos, grandes avances tecnológicos y científicos, etc., pero en el aspecto político del término, vemos que no se sabe dar soluciones ni respuestas a los problemas y preocupaciones que sufren los ciudadanos. Esto nos debería llevar a hacer una serie de reflexiones: ¿cuáles son las causas de este distanciamiento y la falta de soluciones a los problemas que nos afectan?
    Los políticos siempre se han guiado y gobernado en función de unos modelos establecidos según la referencia política a la que han pertenecido. Esto ha provocado que en la actualidad suframos un estancamiento, una parálisis de ideas y un vacío moral y ético, debido a la falta de adaptación en la actual coyuntura. Los problemas e inquietudes de los ciudadanos son claros y manifiestos: falta de perspectivas de futuro, problemas de trabajo, pérdida de valores, problemas de racismo y xenofobia, hambre en el mundo, explotación humana, etc. Llegados a ese punto, la política, como actividad de servicio y función pública a la sociedad que es, debería buscar en sus políticos talantes y actitudes que dieran nuevos enfoques y dotaran a ésta de un mayor protagonismo, poder de participación e implicación de sus individuos.
    Los avances de la ciencia son importantísimos y transcendentales para el progreso de una sociedad pero si ésta no avanza como colectivo de crecimiento y gestión de sus inquietudes, estaremos creando una sociedad errática, víctima de sus propios errores. Si se avanza, es para hacerlo en todos los ámbitos y medios de la sociedad, ya que no nos serviría de nada crear una sociedad que sólo sirve a unos pocos y tener otra que en su inmensa mayoría retroceda en cuanto a derechos de prosperidad, progreso, bienestar y mejoría individual.
    Todo esto debe valer como examen a considerar para que nuestros políticos dotaran a la sociedad civil de una mayor participación vía la creación de los marcos adecuados para la propuesta de iniciativas y dinámicas activas por parte de organizaciones y colectivos. Propuestas y acciones que se pudieran materializar en ideas que ayudaran al beneficio y provecho de la generalidad. Además, éstas deberían estimular a la conciencia general en pro de la creación de una sociedad más justa y solidaria, cuya propuesta no es ninguna utopía ni quimera, sino una realidad factible a conquistar día a día.
    La labor política debe transitar siempre desde los principios de la ética, los valores humanos, la honestidad y la honradez; solamente así, teniendo unos referentes adecuados y apropiados, podremos crear ilusiones colectivas que nos aporten soluciones y esperanzas de futuro, en nuestro camino de mejora personal y humana.
    A través de estas reflexiones políticas expresadas, podemos llegar a la siguiente conclusión de juicio: “cuando los políticos empiecen a creer en las posibilidades de transformación de las sociedades a través de sus individuos, podrán lograr las metas que se propongan”.
    El nivel y la altura política, la ética en la actuación pública, la transparencia de los partidos y el acercamiento de los políticos a la sociedad son las claves y la esencia para que los ciudadanos vuelvan a creer en la política.
    La credibilidad política, el cambio y la recuperación del tiempo perdido de una sociedad están en juego para determinar su mejora, evolución, prosperidad y conquista conjunta futura.
    Es el camino y la andadura a seguir como reto a alcanzar.

  2. Hablar de política en estos tiempos es para valientes Antonio, felicidades..

    Estoy bastante de acuerdo con lo que dices..más hacer y menos hablar.

    Un saludo,

  3. Entregamos la capacidad de elegir, de asumir los consiguientes riesgos que la libertad supone. Y echamos la culpa al otro. Y nos enfadamos, enfado que sólo proporciona más disgustos. Asumamos los riesgos, con sus alegrías y sinsabores, que proporciona el ejercicio del mayor don divino que hemos recibido: la racionalidad y, en consecuencia, la libertad.

  4. Estimado don Antonio:
    De acuerdo con usted, y es válido no sólo para España sino para todo occidente. Lo predijo De Tocqueville el siglo XIX. Disculpe si parezco muy negativo, pero me parece que su comentario está en el fundamento de la democracia liberal y por eso ha fracasado. La humildad que usted receta nos debe llevar a reconocer el fracaso del sistema democrático y buscar otra forma de entendernos. Pero eso no lo alcanzaremos a ver nosotros.
    Lo positivo de esto es que al caer el ídolo es más factible volvernos hacia el Único en quien debemos confiar. La crisis política, en el fondo, no es política: es espiritual. ¿Está de acuerdo conmigo? Me gustaría saber su opinión.

  5. Estimado Antonio.

    Toda la razón en lo que dice, por ello sería conveniente, que los políticos dejasen sus promesas y trasladasen a los ciudadanos su derecho y deber de participar activamente en la vida social y devolver así a la sociedad civil su protagonismo.

    Saludos,

Comments are closed.